adolfoBuenas tardes a todos y todas.

Después de escuchar a Martín Almada, no voy a ser repetitivo con muchas de las cosas ya dichas, pero si plantear un panorama de la situación que vive hoy el continente latinoamericano.

En Argentina, hace poco tiempo cumplimos 30 años de vida democrática; pero, haciendo un rápido recorrido por América Latina, nos en­contramos con muchos problemas. Todos los países dicen que son democracias, más forma­les que reales.

Voy a comenzar por un pequeño país donde he estado muchas veces. El primer país que se li­bera en Latinoamérica es el pueblo haitiano y hoy es el pueblo más empobrecido, con tropas de ocupación y lamentablemente, tropas lati­noamericanas.

Es un país ocupado. Venimos reclamando, el pueblo haitiano viene reclamando el retiro de esas tropas extranjeras y, sin embargo, no se van de ahí. Muchos de ellos no son tropas lati­noamericanas, sino europeas, asiáticas, incluso llevaron el cólera. Un país donde hubo terre­motos, hambrunas enormes.

Dentro de todo esto también tenemos que ver algunos signos de esperanza muy fuertes. Po­cos países respondieron al llamado de solida­ridad de médicos, enfermeros, educadores y quiero señalar a dos de ellos: uno es Cuba y el otro es Venezuela. Esto se silencia permanen­temente. Ellos tampoco lo publicitan porque no lo quieren hacer, pero nosotros tenemos que tenerlo en cuenta.

Pensamos que después de la dictadura militar, de la vuelta a las “democracias”, entre comi­llas, yo diría que sufrieron más [algunos go­biernos] constitucionales.

Después de la vuelta a los gobiernos constitucionales, tenemos que echar un vistazo al continente: golpe de Estado en Honduras, un golpe de Estado cruel, terrible, hasta el día de hoy, con mucha persecución a periodistas. Berta Cáceres está encarcelada, juzgada, mal juzgada, una mujer valiente defensora de los derechos humanos. Yo he participado también en la comisión de investigación sobre las violaciones de los de­rechos humanos en Honduras y en un momen­to habían sancionado al gobierno de Porfirio Lobo. Yo digo que es un lobo en el gallinero. Lamentablemente UNASUR termina recono­ciendo al gobierno [de Lobo] a cambio de que dejaran entrar nuevamente a Manuel Zelaya. Sin embargo, las violaciones a los derechos humanos continúan hasta el día de hoy.

Estados Unidos amplió las bases militares en Honduras. Siempre fue el portaaviones terres­tre de Honduras la base de Palmerola, la que fue ampliada con otras más.

Cuando vemos y hablamos de los ejércitos latinoamericanos es cierto, como decía recién Martín, la Escuela de las Américas entrenó a muchos soldados de nuestro continente.

Pero hoy las tropas norteamericanas están pre­sentes en América latina. Podríamos hablar de Centroamérica al Caribe, de expansión de las tropas norteamericana, del Plan Colombia, la triple frontera (de Paraguay, Argentina, Brasil); las islas Malvinas, con una base de la OTAN, y la reactivación de la Cuarta flota de los Estados Unidos. Entonces cuando vemos este panorama tene­mos que estar atentos, no solamente al Plan Cóndor, lo que pasó en la época de las dictadu­ras. Martín decía que el Cóndor sigue volando.

Entonces, tenemos que tener un análisis de la situación latinoamericana. El caso de Colombia: un país con más de 6 mi­llones de desplazados internos. Ahí presidí el ‘Tribunal de los Pueblos’ ya hace, creo, que 3 ó 4 años aproximadamente. Si hablamos de la zona del Cauca, aparte del ejército colombiano, los grupos para policiales y para militares y el narcotráfico están causando muchas muertes.

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En este momento están en negociación y cla­ro que tenemos que apoyar las negociaciones de paz. Han fracasado muchísimos intentos y estando en la Habana lo que dije, que “bueno, que frente a esta negociación yo soy un pesi­mista esperanzado. Si soy un pesimista, pero tengo que tener esperanza de que es posible la paz en Colombia, es posible la paz y tenemos que trabajar para lograrla”.

Colombia tiene 5 millones de exiliados que vi­ven fuera del país, algunos por voluntad propia otros por persecuciones políticas.

Si vemos la situación de Paraguay, ahí hubo otro golpe de Estado con el pretexto del Ejérci­to del Pueblo Paraguayo.

Luego del desplazamiento del Presidente Lugo, hoy, pese a la vuelta a un gobierno constitucio­nal, la situación en Paraguay es muy difícil y muy compleja. Recibimos información prácti­camente a diario, pero yo no quiero excederme más del tiempo otorgado. Sería muy largo pro­fundizar, pero el gran interrogante que se plan­tea es ¿Qué hacemos con las fuerzas armadas latinoamericanas? Tenemos los diagnósticos, pero ¿qué pasa si esas fuerzas armadas están arrinconadas con su ideología? ¿Cómo van a responder a la vida democrática de un país? Eso es imposible.

Esto siempre es un peligro latente, mientras no hayan cambios profundos de pensamiento. A mi me llama muchísimo la atención que los dirigentes políticos, en la mayoría de los paí­ses, no tratan el rol de las fuerzas armadas en la construcción democrática. El tema está prácti­camente ausente de las campañas electorales.

Las fuerzas armadas son las que están ahí afue­ra, arrinconadas, y nadie sabe qué diablos va a pasar. Ese es el problema y creo que este es un desafío político, profundamente político, la transformación estructural de las fuerzas ar­madas. Esto daría para mucho más, solamente lo señalo: ¿cuáles son las hipótesis y los con­ flictos que tienen hoy las fuerzas armadas en América latina? Para ellas el enemigo es interno, el enemigo es el propio pueblo, este es el problema central. Si nosotros pensamos que la fuerzas armadas en este momento están sirviendo a un gobier­no democrático, no es así, y lo mismo puede afirmarse de las fuerzas de seguridad. ¿Cuál es la formación que tienen para ser servidores del pueblo y no ser represores del pueblo? Es un desafío enorme.

Yo estuve con los docentes de la UBA, de Buenos Aires. En mi cátedra, en la facultad de Ciencias Sociales, durante dos años, estuve dando charlas a los docentes, teniendo encuen­tros con los altos mandos de la Marina Argenti­na, que fue una de las fuerzas más crueles, más tremendas de todas.

Los famosos vuelos de la muerte, son una mues­tra de estas crueldades, yo soy un sobreviviente de los vuelos de la muerte. Es importante tratar de hablar y debatir el rol de las fuerzas armadas en la construcción democrática. Si no cambia­mos esta visión, no cambiamos absolutamente nada. Entonces, ¿Cuál es la raíz de cambio es­tructural para generar espacio de convivencia en donde las fuerzas armadas asuman un rol liberador del pueblo y no opresor?

Lo otro que quiero señalar es el caso de las fuer­zas de seguridad, la creación de las fuerzas de seguridad son buenas, son fantásticas. La fuer­za de seguridad son fuerzas de prevención y se­guridad social y, sin embargo, los mecanismos de dominación las transformaron en fuerzas de represión. Ahí tenemos a los carabineros, en el caso de los mapuches, que se les aplica la ley terrorista, que se les persigue.

Hace algunos años, un colega, Premio Nóbel de la Paz, me decía “en Centroamérica hay que suplantar todos los ejércitos como lo hizo Costa Rica y necesitamos que nos apoyes”, y yo dije “fantástico, yo apoyo”. Costa Rica eliminó el ejército, pero ahora tiene una policía militari­zada terrible. Acabo de estar en Costa Rica con las comunidades indígenas y le digo, está bien, tenemos que hablar con el presidente de Nica­ragua, con el de El Salvador, con Guatemala, para la supresión de los ejércitos y que esos fondos vayan para el desarrollo del pueblo.

Le dije al Colega Premio Nobel, “estoy total­ mente de acuerdo”. “Ahora, cuando hablas de la eliminación de los ejércitos también están los de Estados Unidos”, y no hubo respuesta.

No, argumentan algunos, porque Estados Uni­dos protege la democracia. Estados Unidos no protege la democracia de nadie, Estados Uni­dos es un imperio que lo que busca es saquear, asesinar, como lo ha hecho siempre.

Yo he estado en Irak. Fui a ver las masacres que hubo. Lo que se ha hecho en el nombre de la libertad y de la democracia. ¡Esto es lamen­table!, entonces cuando empezamos a ver cuál ha sido el rol de las fuerzas armadas, es eviden­te que tenemos que cambiar eso, tenemos que cambiar la metodología, el pensamiento políti­co, para ver cómo se transforma la práctica y cómo se educa.

Cuando estábamos hablando con la marina, un vicealmirante, en un momento de descanso, de tomar un café, se acerca y me dice, “mire no­sotros no vivimos ese tiempo de la dictadura militar, éramos muy jóvenes, pero si tenemos que asumir como institución esa mochila muy pesada que no la cargamos nosotros, pero que como institución tenemos que asumir”.

Qué estamos haciendo en este momento. Esta­mos llevando adelante los juicios de crímenes de lesa humanidad. Si no hay una estructura ju­rídica que defienda al pueblo, no hay democra­cia, una democracia no puede sostenerse sobre la impunidad jurídica, olvidémonos de eso.

Una democracia se sostiene a través del dere­cho, con todas las dificultades, a través de un poder judicial independiente, no sometido al poder político. Creo que tenemos que revisar la democracia para poder llegar a esto. Salir de la democracia formal, delegativa, hacia la demo­cracia parcipativa.

Ya estas democracias delegativas no sirven porque una vez que son elegidos los gobernan­tes hacen lo que quieren y no lo que deben y el pueblo queda en un estado de indefensión total frente a gobiernos que después terminan trai­cionando a sus pueblos. Creo que esto tenemos que revisarlo.

Hoy nos encontramos en América Latina tam­bién con cosas maravillosas y que tenemos que fortalecer. Yo creo que América Latina avanzó muchísimo construyendo instancias que antes no existían como la UNASUR, la CELAC, en el marco del fortalecimiento regional, y permí­tanme hermanos y hermanas chilenas decirles algo, ¿cuándo le van a dar una salida al mar a Bolivia?

Esto es importantísimo, porque ayudaría mu­chísimo a la integración continental y tenemos que tener la apertura de poder hacerlo, a ver si nos integramos a la Patria Grande. Para eso ne­cesitamos de la conciencia de nuestros pueblos y las reformas también profundas que nuestros países necesitan.

Para cambiar las fuerza armadas no basta de­cirlo así no más, hay que tener políticas claras, hay que tener proyectos, planes de estudios. Esa transformación implica cambio de conciencia, de valores, y críticas para ver por dónde vamos. En el caso de Colombia, los grupos paramilita­res, lo hemos denunciado abiertamente, y ade­más tenemos la información, que Uribe y su hermano Santiago entrenaban a estos grupos en su hacienda en Colombia.

No nos olvidemos, tampoco, que cuando Rafael Correa cierra la Base de Manta. ¿Dónde se van los militares de Estados Unidos? Una parte a Colombia y otra parte al Perú.

¿Qué pasa con la triple frontera en Paraguay? Entonces creo que hay instancias y que la única forma de superar esto es que los pueblos lati­noamericanos nos unamos. Es la única posi­bilidad de terminar con esta neo-colonización que persiste hasta el día de hoy.

Por último, cuando hablaste de capitalismo Martín, me acorde de Franz Hinkelammert, un teólogo alemán de la liberación, costarricense por adopción y latinoamericano por amor. Es­tuve cenando con él, en San José. Hacía años que no nos veíamos, y me dice, “¿sabes en lo que estoy trabajando actualmente?” Y me res­ponde, “estoy trabajando en la religión del ca­pitalismo”.

El capitalismo se transformó en una religión, es tremendo, pero es así. Algunos indicadores: tienen grandes templos, tiene sus sumos sacer­dotes, sus creencias. La gran creencia del ca­pitalismo es en uno de sus santos que se llama mercado y en los valores que suben y bajan. No en Valores. Recuerdo aquello que decía Oscar Wilde, hay quienes saben el precio de todas las cosas y el valor de ninguna. Precio y valor no son lo mismo. Entonces creo que esto tenemos que profundizarlo. El mercado, el becerro de oro, impera en el mundo.

A partir de esta visión comencé a buscar por ahí algunos bancos como Chase Manhattan Bank y es increíble, no creo en las casualidades, pero hay algo que es impactante, ¿saben cuál es el número de éste banco? Es 666. Si ustedes creen en las casualidades yo no. Yo no creo en las ca­sualidades y esto que Franz Hinkelammer me tiro así, como decimos en el mundo futbolero, dejó la pelota picando la cancha.

Uno comienza a rebobinar todo esto y a ver. Por eso cuando hablamos de los derechos hu­manos, para mí es un valor indivisible, no es un paliativo, para calmar el dolor de las vícti­mas, no es eso. Es una acción transformadora y liberadora. Si no, no estamos hablando de los derechos humanos.

Es una construcción de una nueva sociedad -y no únicamente los códigos, pactos, todo esto que también lo tenemos que aprender- son las prácticas cotidianas-, la conciencia crítica y los valores. Aquello con lo cual nosotros podemos aportar a una nueva sociedad.

Por eso cuando hablamos de los hermanos ma­puches a quienes hasta el día de hoy no les reco­nocen el territorio, los persiguen, los maltratan, también en Argentina, no sólo aquí, también en Ecuador, y podemos hablar de Brasil, de Perú, Centroamérica, Guatemala. He estado en Cen­troamérica reunido con las comunidades y uno se pregunta ¿qué pasa con todos estos pueblos, es que la democracia no existe para ellos? O ¿son ciudadanos de cuarta o no son ciudadanos o son inexistentes? Es un desafío enorme el que tenemos y creo que hoy tenemos que comenzar a revisar mu­chos contenidos, muchos valores. Como dicen los indígenas del Cauca, en Colombia, les dejo este mensaje: “hay que hacer caminar la pa­labra”. Dicen que “la palabra sin acción es el vacío y la palabra y la acción por fuera de la comunidad es la muerte”.

Yo creo que tenemos que pensar en la comuni­dad, tenemos que pensar en una nueva socie­dad. Yo tengo esa esperanza, pero sigo siendo un pesimista esperanzado.

Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz. Este texto es la transcripción de las pa­labras dichas por Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz, en el “Foro Inter­nacional: Desmilitarización y Educación para la PAZ” realizado el 14 de octubre del 2013 en el Congreso Nacional de San­tiago. La actividad fue organizada por SERPAJ Chile, AFEP, Comunidad Ecu­ménica Martín Luther King, Corpora­ción 3 y 4 Álamos y Observatorio por el Cierre de la Escuela de las Américas.

Por Editor

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