Por Alberto Rodríguez García

EE.UU. está llevando a cabo una guerra económica y de recursos total contra Siria. Hace apenas unos días soldados norteamericanos impidieron a una patrulla de la Policía Militar rusa acercarse al campo petrolero de Rumeylan en Hasaka. Esto sucede en un invierno en el que los precios de los productos de la república árabe se han encarecido exponencialmente y la población enfrenta un sufrimiento parejo a los años más duros de la guerra. No es desacertado calificar la presión que ejerce Washington, sancionando incluso el Banco Central de Siria, como un asedio.

El asedio y robo de los recursos sirios por parte de EE.UU. no se debe entender en términos económicos, sino políticos. Los estadounidenses no buscan enriquecerse, sino que como con las sanciones, buscan asfixiar la economía de Siria para llevar el país al límite y, provocando más inestabilidad, evitar que el Gobierno sirio sea el ganador de la guerra. Con la guerra económica se deja a la población huérfana de calefacción, comida, medicinas y avances. El objetivo es volver contra su gobierno a esa mayoría de la población que se ha mantenido leal durante nueve años de guerra. Y es algo que está funcionando de tal modo que la moneda ya vale la mitad de lo que hace un año y se han empezado a ver pequeñas protestas pacíficas contra las condiciones de vida precarias bajo el lema «queremos vivir».

No se puede ganar una guerra sin la capacidad de restaurar el orden y la estabilidad

La economía siria está completamente destrozada con la salida de capitales, la pérdida humana de una clase media que ha muerto o se ha ido del país por la guerra y las sanciones, que asfixian el país e impiden su reconstrucción y desarrollo. Según el Ejército sirio recupera territorios y estabiliza regiones, el comercio se re-activa, con menos checkpoints los bienes se mueven con mayor rapidez y hay fábricas que vuelven a funcionar, pero si bien esto es positivo, el crecimiento sigue siendo mínimo, y se necesitarán décadas para recuperar la economía de pre-guerra.

La guerra ha generado una nueva élite de usureros que, aprovechando las sanciones occidentales contra los empresarios asociados al gobierno, han sabido lucrarse a costa del conflicto creando redes para enriquecerse junto a los señores de la guerra, contrabandistas e incluso ONG

No hay dinero para reconstruir Siria, y aliados como Irán tampoco pasan por un buen momento –otra vez más– por las sanciones. Está terminando la guerra militar en Siria, pero la presión económica y diplomática es mayor que nunca. Además, Rusia, que tampoco tiene un PIB excesivamente grande, limita su apoyo al ámbito militar y alguna inversión mínima a los recursos energéticos.

A todo esto hay que añadirle que la guerra ha generado una nueva élite de usureros que, aprovechando las sanciones occidentales contra los empresarios asociados al gobierno, han sabido lucrarse a costa del conflicto creando redes para enriquecerse junto a los señores de la guerra, contrabandistas e incluso ONG. Y ahí reside gran parte de la hipocresía de occidente y el Golfo; porque mientras aplauden las sanciones contra Siria (que se aplican al gobierno pero afectan a la población) negocian con estos nuevos ‘magnates de la guerra’ exentos de sanciones.

Las compañías chinas, viendo la poca competencia que hay en Siria, están empezando a ver una oportunidad para invertir, aunque lo que ofrecen sigue siendo poco para las necesidades del país y de la población, poniendo el foco principalmente en las telecomunicaciones. A esto hay que añadirle que Siria tiene que devolver su deuda, porque la guerra es muy cara. Por poner un ejemplo, volar durante una hora un avión militar como el Sukhoi 30 (muy común en Siria) cuesta alrededor de 9000 dólares.

Después de que EE.UU. aprobase en diciembre de 2019 más sanciones contra Siria con la ‘Ley César’, que se suman a la catastrófica situación económica en Líbano y la crisis en Irán, el valor de la lira siria (SYP) respecto al dólar se desmoronó como pocas veces ha pasado. En un intento de frenar la debacle después de que el 16 de enero de 2020 la SYP alcanzase su valor histórico más bajo siendo 1 USD = 1.230 SYP (antes de 2011 el dólar se cotizaba por 50 liras sirias), el Gobierno sirio decidió declarar la guerra al dólar con la esperanza de estabilizar los precios de nuevo y evitar que la comida, el gas y la gasolina mantenga precios prohibitivos para la población en invierno.

Desde el 18 de enero de 2020 queda prohibido en Siria difundir información falsa que ponga en peligro el valor de la moneda nacional, comerciar con moneda que no sea la lira siria o cambiar divisas sin licencia. Para debilitar el mercado negro que se ha vuelto especialmente fuerte, compras importantes como el coche o la casa deberán realizarse de forma legal a través del sistema bancario sirio. El gobierno también colocará sistemas GPS en los vehículos oficiales para controlar el consumo de gasolina y las distancias recorridas. Y es que citando al presidente Bashar al-Assad, la corrupción también es un frente de la guerra.

Según el ministro de Educación, Mwafak al-Azab, rehabilitar 250 escuelas en distintos puntos del país para agosto de 2020 costará 12.000 millones de SYP. En esta tarea va a participar Irán, cuyo ministro de Educación, Mohsen Mirzai, firmó un memorándum de entendimiento con Siria para la reconstrucción, la rehabilitación y la modernización de los centros educativos. Ambos países también han acordado construir 30.000 unidades residenciales nuevas y 25 suburbios residenciales para familias con pocos recursos. También se está intentando restaurar el tejido industrial, construyendo vías férreas y facilitando entrar al país a nuevas compañías; 492 en 2019 según el Ministerio de Comercio Interior, de las cuales 90 están dedicadas a la reconstrucción de Siria.

La nueva ola de sanciones unilateral de Trump contra el país persa, también la están sufriendo –y mucho– los sirios. Como el más miserable de los criminales, los gobiernos de Obama y Trump han arrebatado a los sirios el derecho a una vida digna

Siria antes de la guerra era un país autosuficiente, con más de 2.500 millones de barriles en sus reservas de petróleo y 8,5 billones de metros cúbicos de gas natural. Su interés nunca estuvo en el mercado global, sino más bien en el abastecimiento nacional. Tal es así que en 2010 representaban únicamente el 35 % del valor de las exportaciones sirias. Pero esas reservas sin embargo escasean porque muchas fueron destruidas, otras ISIS las sacó a través de Turquía y otras tantas las controlan ‘los kurdos’ en teoría y Estados Unidos de facto. Durante la guerra la producción petrolera de la república árabe cayó en un 99 %.

Durante la guerra los bancos libaneses fueron vitales para Siria, permitiendo mantener vivo el comercio, evitando en la medida de lo posible las sanciones y facilitando a la diáspora introducir dinero en el país. Ahora que la economía libanesa se dirige a la debacle, los sirios son quienes más lo están sufriendo, porque el impacto de las sanciones es inevitable. Durante la guerra Irán entregaba a Siria el petróleo que la república árabe no tenía porque estaba bajo el control de ISIS primero y los kurdos/EE.UU. después. La nueva ola de sanciones unilateral de Trump contra el país persa, también la están sufriendo –y mucho– los sirios. Como el más miserable de los criminales, los gobiernos de Obama y Trump han arrebatado a los sirios el derecho a una vida digna.

Según el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, «las sanciones y los bloqueos económicos de nuestros días pueden compararse con los asedios de las ciudades en la Edad Media» que intentan hacer a ciudades y países soberanos caer de rodillas. Añaden además que las sanciones del siglo XXI están asociadas a la manipulación de la opinión pública a través de ‘noticias falsas’, relaciones públicas y una retórica que dice ser de derechos humanos a fin de dar la impresión de que un ‘fin’ en materia de Derechos Humanos justifica los medios criminales. Siria se ha convertido en víctima de ese asedio criminal. Aquellos que lograron derrotar a la yihad mundial contra su país, ahora se enfrentan a la guerra económica.

Alberto Rodríguez García, periodista especializado en Oriente Medio, propaganda y terrorismo.

 

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