Por Vicente Romano*

El lenguaje

Para K. Marx y F. Engels, los teóricos del socialismo, el lenguaje es la conciencia real, práctica, existente también para otros seres humanos, la realidad inmediata del pensamiento. Surgió del trabajo y para ponerse de acuerdo en él.

El lenguaje permite la comunicación social y la realización lingüística de las relaciones sociales. La palabra es un regulador importante de los procesos psíquicos del comportamiento.

El lenguaje sirve para la formulación de enunciados comunicativos. Es expresión, llamamiento y orientación (K. Bühler). Transmite una situación o una intención del comunicador, influye en el receptor y comunica algo sobre estados de cosas y relaciones. Más allá de las funciones que le atribuye K. Bühler (expresión, actuación y orientación), la palabra desempeña una doble función: como representación y como regulación…

Las palabras pueden emplearse también para ocultar la realidad. Ya en otro lugar decíamos que el principal instrumento de manipulación es el lenguaje.

…el empleo..del  lenguaje para la confusión de las conciencias y la ocultación de la realidad es lo que se suele entender por manipulación…en el contexto de la confusión y sumisión de las conciencias, la manipulación se entiende como comunicación de los pocos orientada al dominio de los muchos. Se manipula  cuando se producen deliberadamente mensajes que no concuerdan con la realidad social.

El uso manipulador del lenguaje es tan antiguo como el dominio de unos seres humanos sobre otros. Todos los dominadores, magos, religiosos, políticos, económicos, intelectuales, etc., utilizaron las palabras para confundir, aterrorizar, ocultar y mantener la ignorancia sobre las verdaderas relaciones de dominio y explotación.

De ahí la necesidad de desarrollar un pensamiento crítico, independiente.

Este principio forma también parte de la esencia de la educación. En el lenguaje de la educación, la economía, los medios, la política, etc., predominan los términos utilizados deliberadamente para confundir, para intoxicar las mentes.

 Preocupados por las dimensiones que ha adquirido el fenómeno, empiezan a publicarse trabajos que lo estudian y denuncian. Juan Maestre Alfonso denunció hace tiempo la intoxicación de la información.

 …varios pensadores españoles se reunieron en el círculo de Bellas Artes de Madrid para exponer su preocupación por las trampas, mentiras y violaciones de la retórica actual del poder.

 El columnista de este diario, Eduardo Haro Teglen, teme que ya no se pueda liberar el lenguaje de esta contaminación. “La perversión” – afirma – “se multiplica en mayor proporción que el número de palabras que circulan. Solo el poder tiene la capacidad de dar a las palabras su uso real, a condición de que dé a los hechos su valor real, y no recompense a quienes los usan para crear víctimas, cárceles, pobres.”

 El uruguayo Eduardo Galeano  también ha prestado atención a este fenómeno en su libro El mundo patas arriba, o el artículo “Las paradojas de la máquina”

La preocupación por el empleo intoxicador del lenguaje y su estudio surgió con la industria del reclamo, tan necesario en el modo capitalista de producción, y la propaganda nazi en la primera mitad del siglo XX. Entre los numerosos análisis efectuados al respecto están los de Víctor Kemperer, Lutz Winckler, Walter Hagemann y George Orwell.

Las intervenciones recientes del imperialismo yanqui en Afganistán e Iraq, el cúmulo de mentiras propagadas por sus dirigentes y epígonos, encabezados por el Trío de las Azores (Bush, Blair y Aznar), para justificar la barbarie de sus crímenes de lesa humanidad, han dado lugar a toda una proliferación de publicaciones y análisis. Entre ellos cabe destacar los libros de Michael Parenti, Lila Rajiva y John Collins y Ross Glover.

Los lexicógrafos Enrique Montanillo y Ma. Isabel Riesco publicaron en 1990 un análisis pormenorizado de las incorrecciones gramaticales de políticos y periodistas en nuestro país. Aspecto éste que retomó luego, aunque con menos rigor, el sociólogo áulico Amando de Miguel en su libro La perversión del lenguaje (Madrid 1994, 2003).

Este trabajo se inscribe en lo que los prácticos del trepe llaman despectivamente “filosofía de la comunicación”. Ante el uso perverso que el capitalismo y sus voceros hacen de la lengua se requiere el desarrollo de un pensamiento esclarecedor, hoy reprimido y marginado. Frente a la consigna del prohibido pensar, fomento del pensamiento crítico. Frente a la producción mercantil de la comunicación, el valor de cambio y la sumisión de las conciencias, producción de valores de uso, de comunicación para la ampliación de la conciencia (Ch. Caudwell), para el dominio del entorno, la sociedad, y el aumento de la calidad de vida para todos.

Para eso se requieren “expertos” de la denostada teoría. En una entrevista concedida al New York Times en el otoño de 1952 explicaba A. Einstein por qué no podía ser creadora en ciencia la persona carente de visión del mundo y de conciencia histórica. No basta con enseñar una especialidad, afirmaba. Así puede ser una especie de máquina aprovechable, pero no una personalidad…

Entre los rasgos esenciales de una educación se cuenta el desarrollo de una conciencia crítica en los jóvenes, un pensamiento que conduzca a la creación de voluntad democrática. Según esto, habría que preguntarse: a) si la creciente especialización implica el distanciamiento de los científicos (expertos) respecto de la filosofía; b) qué aportación hacen hoy los científicos al desarrollo de la imagen científica del mundo…

El lenguaje, como el terrorismo, va dirigido a los civiles y genera miedo, ejerce violencia simbólica o psicológica. Produce efectos más allá del significado. Las palabras son como minúsculas dosis de venero que pueden tragarse sin darse uno cuenta. A primera vista parecen no tener efecto y luego, al poco tiempo, se manifiesta la reacción tóxica. “El hombre es tan propenso al efecto hipnótico de los lemas como a las enfermedades contagiosas”, decía A. Köstler. El arma más letal es el lenguaje. Sin palabras no hay guerra.

Los grandes del nazismo, como Hitler y Goebbels, procedentes del catolicismo, se ocuparon meticulosamente de la vitalidad milenaria de la Iglesia Católica. Ellos marcaron las pautas para los fundamentalistas actuales, como Bush y la camarilla que rige hoy los destinos del mundo desde las oficinas gubernamentales de Washington y los despachos de sus empresas depredadoras…

El empleo correcto de la lengua contribuye a que la comunicación sea eficaz, a que aumente el conocimiento, es decir, a que reduzca la ignorancia, a ampliar el ámbito de la libertad humana. Por eso hay que cuidar y dominar la lengua, los medios expresivos que se aplican para la transmisión de las informaciones.

En tiempos de guerra, de incertidumbre y de angustia social como los actuales, es fácil recurrir al efectismo, a la manipulación sesgada de la emocionalidad. Sí, los profesionales de la información no pueden renunciar a su sensibilidad ante el dolor y la explotación de los seres humanos. Sus reportajes y sus palabras reflejan su postura ante los hechos, aunque intenten ocultarlos. Pero no hay que olvidar que estos profesionales son observadores, no actores. Y, aunque la verdad tenga muchas caras y sea difícil conseguirla por entero, sí se pueden aproximar a ella….

Mas, como dijo ya el senador norteamericano Hiram Johnson en 1917, la verdad es la primera víctima de la guerra. El general prusiano Carl von Clausewitz se manifestó en términos algo similares cien años antes: «Una gran parte de las noticias que se reciben en la guerra son contradictorias, otra parte aún mayor son falsas, y la mayor parte son bastante inciertas…» En suma, concluye Clausewitz, «la mayoría de las noticias son falsas, y el temor de los seres humanos refuerza la mentira y la no verdad».

Las palabras del senador estadounidense a principios del siglo XX y las del general alemán a principios del XIX no han perdido ninguna validez, como han demostrado la II Guerra Mundial, la desmembración bélica de Yugoslavia, la Guerra del Golfo o la agresión contra Afganistán, Iraq o Líbano. Al contrario, se revalorizan más y más.

El control de la información y la difusión de noticias e imágenes se ha utilizado siempre como arma esencial para someter voluntades y conquistar conciencias. Por eso, el Pentágono no dejó ver ninguna imagen de la Guerra del Golfo, anunciada como la primera guerra televisada de la historia, ni la Administración estadounidense muestra los cuerpos de las víctimas de los ataques terroristas del 11 de septiembre, ni tampoco permite hoy la difusión de ninguna noticia ni imagen de Afganistán o de Iraq que no esté controlada, es decir, manipulada, por la CIA y el Pentágono.

Julio Yao sintetiza perfectamente lo que el capitalismo oculta tras el concepto de libre comercio. En la ponencia presentada en el Encuentro Internacional de “Propuestas Alternativas en Agricultura, Acceso a Mercados, Comercio y Medio Ambiente, ante la Ministerial de la OMC” (Caracas, Venezuela) , lo expresa así:

“A la luz de la historia, el “libre comercio” es un eufemismo que entraña un conflicto semántico, una contradicción intrínseca. ¿Qué libertad le reconocieron los europeos a los pueblos africanos cuando se repartieron su continente sin pedirles permiso a los verdaderos dueños? ¿Qué libertad tenían esos pueblos africanos cuando se les obligó a firmar cientos de acuerdos comerciales y territoriales, todos los cuales fueron violados por los europeos? ¿Qué libertad tenían los pueblos africanos si ni siquiera libertad tenían para ser personas, cuando fueron sometidos a la esclavitud, a la trata y al comercio de esclavos, para enriquecer tanto a Europa como a Estados Unidos en las plantaciones, en las fábricas y ciudades? ¿Qué libertad tenían los pieles rojas, los sioux, los cheyennes y otras nacionalidades de Norteamérica para reglamentar su comercio con los invasores cuando la única libertad que se les permitió fue la de entregar incondicionalmente todas sus riquezas, posesiones y patrimonios, todas sus vidas? ¿Qué libertad tenían los cubanos cuando les impusieron en 1903 la Enmienda Platt y cuando ocuparon Guantánamo? ¿Qué libertad tenían los panameños cuando en 1903 Estados Unidos les impuso un Tratado que firmó un extranjero, mediante el cual el Canal, construido para el “libre comercio”, quedaría a perpetuidad en manos de Estados Unidos, sin que se permitiese a Panamá siquiera comerciar en la antigua Zona del Canal?

Allí están, en las Secretaría General de las Naciones Unidas, los reclamos de estos pobladores indígenas al gobierno federal de Estados Unidos por las violaciones de cientos de tratados suscritos en el siglo XIX.

En el “libre comercio” de hoy no hay más libertad que la que tenían los esclavos y siervos para comerciar su mano de obra, es decir, su producción, su patrimonio y su vida, con los esclavistas y señores feudales. En otras palabras, ¡ninguna! Y ésta es la realidad de nuestro sistema internacional y del comercio internacional: su carácter es profundamente asimétrico y feudal.

No hay libre comercio cuando las partes negociantes o contratantes gestionan desde una base profundamente desigual de poder. No hay libre comercio cuando el objeto de la negociación – el comercio internacional – está rodeado de circunstancias estructuradas que se manifiestan en beneficio de una de las partes y notoriamente en perjuicio de la otra. No hay libre comercio cuando el propósito de la negociación es en sí mismo un objeto ilícito, algo no susceptible de negociación, como lo es la forma y contenido de vida de los pueblos. No hay libre comercio cuando la negociación conlleva la aceptación de compromisos que atentan contra la ética, la solidaridad humana y el derecho a la vida.

No hay libre comercio si los acuerdos son el resultado predeterminado y lógico de las condiciones y estructuras que rodean la negociación. No hay libre comercio si no se produce la voluntad de las partes contratantes mediante su libre consentimiento. No hay libre consentimiento si la voluntad de una de las partes fue forzada, por los medios que sea, a aceptar un acuerdo. No hay libre comercio si las partes negociantes o contratantes carecen de capacidad jurídica para comprometer el destino de nuestros pueblos. Y si en las negociaciones no se verifican ni el libre consentimiento ni la capacidad de las partes contratantes o negociantes, los acuerdos comerciales quedarán viciados de nulidad y carecerán de validez jurídica.”46

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* Un envío de Julio Yao a la Revista El Derecho de Vivir en Paz

Por Editor

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