Por Tamara Lajtman, Celag

El secretario de Defensa y jefe del Pentágono, James Mattis (apodado Mad Dog “perro rabioso”), realizó una gira por países de Sudamérica entre los días 12 y 17 de agosto. En el comunicado del Pentágono se afirma que, en el marco de la declaración del 2018 como el “Año de las Américas” por parte de la Casa Blanca, el viaje del secretario vislumbra fortalecer los lazos de defensa con Brasil, Argentina, Chile y Colombia, fundamentales para un hemisferio occidental colaborativo, próspero y seguro. Tales lineamientos ya estaban planteados en la Estrategia de Defensa Nacional de 2018 (firmada por Mattis) donde se señala que “sostener ventajas en el hemisferio occidental” es fundamental en la medida que los EE.UU. “obtienen inmensos beneficios de un hemisferio estable y pacífico que reduce las amenazas a la seguridad de la patria [estadounidense]”.

Quién es Mattis?

El escenario de la visita

La seguridad del hemisferio occidental supone un amplio espectro de operaciones en América Latina y el Caribe en una coyuntura de creciente disputa hegemónica. La guerra comercial con China y la carrera por la apropiación de los recursos naturales tiene su correlato militar evidente, por ejemplo, con el reciente anuncio de instalación de una base militar estadounidense en Neuquén (Argentina), nada menos que sobre los enormes yacimientos de Vaca Muerta y donde a comienzos de este año empezó a funcionar una base espacial china.

Entre los principales desafíos a la “seguridad” planteados por el Comando Sur en su último documento estratégico se destaca la mayor presencia de China, Rusia e Irán en la región. Desde esta perspectiva, a bordo del avión militar que lo trasladaba a Brasil, Mattis afirmó que “se han visto poderes externos actuando en Latinoamérica”, también en sintonía con la invocación a la Doctrina Monroe realizada por el ex secretario de Estado, Rex Tillerson, previo a su gira a comienzos de este año.

Debe señalarse que a la lucha contra las drogas y el terrorismo –ámbito por excelencia de las Fuerzas Armadas estadounidenses en América Latina– se le suma una supuesta vulnerabilidad en cuestiones ambientales y la “preparación frente a desastres naturales” que justifican la “necesidad” de militares estadounidenses en todo el continente para capacitación de las Fuerzas Armadas locales en cuestiones de asistencia humanitaria. A ello se suma la “crisis migratoria” –y aquí la referencia central es la “crisis” venezolana– que viene ocupando rol prioritario en la agenda del Pentágono en la región. Este es un punto clave, pues la visita de James Mattis busca fortalecer la presión diplomática contra Venezuela y una posible intervención militar. El comandante del Comando Sur, Kurt Tidd, ya había adelantado en su informe ante el Congreso estadounidense, en abril de 2017, que “la creciente crisis humanitaria en Venezuela puede obligar a una respuesta regional”. Las fases de la ofensiva contra el Gobierno de Maduro que podrían culminar en una intervención militar se hicieron públicas con el documento Venezuela Freedom 2, de 2016.

El tema Venezuela estuvo presente en las reuniones con los altos funcionarios de todos los países que ha visitado. En Brasil, impartió una charla en la Escuela Superior de Guerra, donde felicitó el liderazgo brasileño frente al Gobierno “represor y hambriento de poder” de Nicolás Maduro” a la par que destacaba que el objetivo principal del Pentágono es aumentar la letalidad de los militares de los EE.UU.

Brasil

Una de las cuestiones centrales que dejó su paso por Brasil, es lo relativo al uso de la base aeroespacial de Alcántara en Maranhão. Tras la reunión con el ministro de Defensa brasileño, Joaquim Silva e Luna (con quien ya se había reunido en Washington a principios de año), los mandatarios aseguraron que el acuerdo para el uso de la base está pronto a ser firmado –como último avance del acuerdo marco en el área espacial firmado en 2011 y revivido durante la visita de Pence en mayo de este año-. La visita de Mattis otorga mayor visibilidad a los acuerdos científico-tecnológicos, el acercamiento en de las industrias defensa y ejercicios militares de gran envergadura en territorio brasileño durante el Gobierno golpista de Michel Temer, como signos de la nueva articulación geopolítica que se abre con el golpe a Dilma Rousseff y el giro conservador en Brasil.

Argentina

Luego de su paso por el “Grande de Sudamérica”, Mattis se reunió con su par argentino, el ministro Oscar Aguad. Calificó al país rioplatense como un socio y amigo de EE.UU., y solicitó una “colaboración militar estrecha para la seguridad de nuestros pueblos”. Este acercamiento se viene dando a pasos agigantados desde la gestión de Cambiemos. Bajo el manto de la muy conocida bandera de “la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico” se firmaron diversos acuerdos con EE.UU. Aguad destacó la necesidad de “estrechar las relaciones conjuntas en ayuda humanitaria y en actividades estatales”, rubros que ya han ganado preponderancia en años recientes, por ejemplo, los acuerdos de donaciones equipamiento para hacer frente a emergencias y desastres naturales a través del Programa de Asistencia Humanitaria y Respuesta de Desastres del Comando Sur y la capacitación con la Guardia Nacional de Georgia. Todo en el marco del reciente decreto presidencial que habilita a las FF.AA. a operar en asuntos de seguridad interna.

Chile

El tercer destino del secretario de Defensa fue Chile, donde mantuvo reuniones con el presidente Sebastián Piñera y el ministro de Defensa, Alberto Espina, con el objetivo, según la embajada, de intercambiar perspectivas de carácter estratégico. Chile es el primer país de la región en establecer una oficina regional, inaugurada en noviembre de 2017, para gestionar los sistemas de comunicación segura (COMSEC, por sus siglas en inglés), que protege y mantiene información sensible de EE.UU. sobre seguridad y previene la intercepción no autorizada de individuos o instituciones. En esta línea, uno de los principales resultados de la visita al Palacio de la Moneda fue el establecimiento de un acuerdo sobre ciberseguridad, además del compromiso de colaboración en innovación tecnológica en distintos rubros, como la investigación médica militar o el desarrollo de drones. Sin dudas, Chile sigue siendo el aliado más claramente alineado a EE.UU. en el Cono Sur.

Colombia

El cierre de la gira fue en Colombia, donde Mattis se reunió con el presidente Iván Duque y altos funcionarios del nuevo gobierno. Los temas tratados fueron: narcotráfico e incremento de los cultivos de hoja de coca; Venezuela, abordada como problema seguridad nacional para Colombia; y cooperación bilateral. De todos los países de la región, el almirante Kurt Tidd, jefe del Comando Sur, destaca a Colombia como aliado indispensable y afirma que “hoy en día es inconcebible que permitamos cualquier disminución de nuestros lazos con Colombia”. En mayo de 2017, Trump y Santos asumieron el compromiso de “reforzar la alianza estratégica en seguridad” (en este contexto se aprueba el presupuesto de 450 millones de dólares para el Plan Paz Colombia, 74 millones más que en 2016).

El actual Gobierno colombiano no parece dispuesto a cambiar de rumbo, sino todo lo contrario, asumiendo el liderazgo frente a las amenazas regionales. Durante la reunión con el vicepresidente Mike Pence, Duque ya había manifestado abiertamente la necesidad de seguir presionando al Gobierno de Venezuela, pero ratificó su posición contraria a una posible intervención militar (en un escenario de permanente amenaza se intervención, con bases  que operan como Lugar de Operaciones de Avanzada (FOL) de EE.UU. muy cercanas a Venezuela). En relación a las bases militares colombianas, hay que tener en cuenta el interés de EE.UU. por la concesión de la base de Tumaco y la visita del secretario de Defensa podría apuntar al avance en estas negociaciones.

La visita del “perro loco” de Trump es un episodio significativo del renovado oleaje intervencionista imperial de EE.UU. en Sudamérica. En países como Argentina y Brasil (y el Ecuador de Lenín Moreno), cuyo alineamiento contra hegemónico ha sido completamente debilitado en los últimos años, se busca rellenar huecos de las décadas en que prevalecieron proyectos nacionales tendientes a recuperar la soberanía. A su vez, en países como Chile y Colombia (también Perú) se trata de actualizar el tradicional alineamiento a la doctrina de seguridad estadounidense.

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Injerencia: Chile y el nuevo ejército en red del Comando Sur
 
Por Roberto Sáez – Rebelión
 

Para nadie es un secreto que Brasil, Argentina, Chile y Colombia son los socios clave para la política de defensa norteamericana en el Cono Sur, en ese contexto, la visita que realiza esta semana el Secretario de Defensa James Mattis era esperada hace meses por la comunidad política, sobre todo después de que EE.UU. señalara que en materia de defensa, 2018 es “el año de las Américas”. En Chile, la cita se dará entre Mattis, Sebastián Piñera y el ministro de la cartera Alberto Espina, los temas a tratar son desconocidos, sin embargo, para dar contexto es importante exponer cual es la agenda conjunta entre ambos países. 

Doctrina de interoperabilidad 

El 9 de marzo pasado, durante el cambio de mando en el Ejército de Chile, el centro de la noticia estuvo enfocado en la biografía del nuevo comandante en jefe y el contexto político en el que tomaría el mando de la institución armada y que actualmente enfrenta a severas críticas por reiterados casos de corrupción… nada nuevo bajo el sol, sin embargo, entre la nómina de la nueva plana de generales, un cargo nuevo y su respectivo oficial responsable, pasó inadvertido.

Edmundo Villaroel, General de Brigada, asumía ese 9 de marzo como el oficial que inaugura el cargo de “subcomandante General de Interoperabilidad del Ejército del Sur de Estados Unidos”, el componente terrestre del Comando SUR.

Si bien no existe impedimento legal para que un oficial chileno ejerza un cargo de responsabilidad en un ejército extranjero, esto confirma la posición que tienen las FF.AA. chilenas en la región, sirviendo de cabeza de playa para los intereses del Comando SUR en América Latina. Esta noticia se complementa con otro evento en materia de defensa que pasó inadvertido por la opinión pública. En noviembre de 2017, algunos meses antes de que Villaroel asumiera esta nueva responsabilidad, se inauguró en las dependencias del Estado Mayor Conjunto ubicadas en Santiago de Chile, el “COMSEC CUSTODIAN Chile” la primera oficina de Comunicaciones Seguras autorizada en la región de América Latina y el Caribe, creada por la NSA y administrada por el Comando SUR. Este sistema cumple la función de producir, transmitir y reproducir información operacional y de inteligencia de forma segura entre ambas naciones. En palabras de los oficiales que asistieron a la inauguración de esta oficina, actualmente Chile está preparado para recibir instrucciones operacionales seguras y en tiempo real desde EE.UU.

En esta misma línea, hace algunas semanas la Armada de Chile dirigió los ejercicios RIMPAC, convirtiéndose en el primer país no anglo parlante a cargo de la conducción operacional del ejercicio naval más grande del mundo y que por supuesto es tutelado por “nuestros socios” norteamericanos.

Este proceso está amparado en un tratado entendimiento firmado entre los ministros de la Defensa de Chile (Michelle Bachelet) y EE.UU. durante el mes de septiembre de 2004 y que hoy comienza a mostrar sus respectivos frutos. La interoperabilidad entre Chile y EEUU es hoy una realidad total y Villaroel será el responsable desde el Comando sur, de expandir esta integración hacia el resto de los ejércitos del continente, tarea que ya está en curso y que cuenta con una nutrida agenda bilateral.

Esto nos obliga a realizarnos la siguiente pregunta ¿Cuál es el límite entre la interoperabilidad de los ejércitos de América Latina con el Comando SUR y la necesaria independencia que deben tener las instituciones armadas para ejercer y garantizar su respectiva soberanía nacional?. Pregunta para un debate pendiente que aún no se plantea la comunidad nacional.

La red de redes

Si analizamos estos hechos a la luz de la estrategia del Comando SUR 2017-2027, estamos frente a un esfuerzo militar orientado a combatir las amenazas para la seguridad nacional de EEUU a partir de la creación y fortalecimiento de un sistema de defensa basado en una “red de redes”, que se traduce en una redefinición de los ejércitos de la región como un gran ejército continental articulado mediante un sistema de comunicación propio, en base al mismo lenguaje operacional, con un sistema de armas homologables y una doctrina de mando y control que permita la subordinación de esta fuerza a la conducción del Comando SUR.

En síntesis, la interoperabilidad, es la condición militar necesaria para garantizar la arremetida de EEUU en su búsqueda por retomar las riendas de los destinos de América Latina. Esta vez y con pleno desconocimiento de la opinión pública de mi país, será un oficial chileno uno de los protagonistas de esta misión injerencista.

La Cruz del SUR

Al sur del continente, existe un ejército de casco azul muy particular. La fuerza binacional chileno argentina “Cruz del sur” es una fuerza stand-by integrada por componentes terrestres, aéreos y marítimos de ambos países bajo un mando único y en capacidad de desplegarse a cualquier país que la comunidad internacional lo requiera. Esta fuerza desarrolla permanentemente ejercicios de imposición de paz, simulando la implementación de procesos electorales en un contexto de crisis política y social, en la cual deben combatir y dar caza a grupos armados con alto poder de fuego y entrenados en países como Cuba. Las áreas de especialización abarcan tareas como reconocimiento aéreo y terrestre, aseguramiento y control de zonas urbanas, control de muchedumbres y combate irregular urbano. Cruz del sur es un ejemplo de interoperabilidad llevada a su máxima expresión, una fuerza que goza de mayor legitimidad para intervenir a países en crisis que las clásicas intervenciones “yanquis” en suelo tercermundista.

Mientras la agenda política del grupo de Lima, de Iván Duque y de órganos subversivos venezolanos continúan en su intento por exigir a la comunidad internacional la implementación de medidas multilaterales para enfrentar la “crisis humanitaria” en Venezuela, las fuerzas militares pro EE.UU. trabajan a toda máquina para elevar los necesarios niveles de interoperabilidad que permitan despliegues conjuntos y combinados y dirigidos en tiempo real por el Comando SUR.

La doctrina de la defensa nacional rediseñada por el gobierno de Ricardo Lagos y vigente hasta el día de hoy ha promovido la profesionalización de las FF.AA. proyectándolas en dos áreas estratégicas: La polivalencia interna para enfrentar situaciones de catástrofe y la cooperación internacional, que amparada en la política de “Responsabilidad de Proteger” inserta a Chile en las relaciones internacionales a través de sus FF.AA. ¿Es digno para los oficiales chilenos, ser utilizados en esta tarea como batallón de intereses extranjeros mientras la Defensa Nacional hace la vista gorda frente a las aberraciones ocasionadas por agentes extranjeros que han lesionado a Chile gravemente en materia medioambiental, económica y cultural?

Por Editor

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