Por Pablo Ruiz*
Hervi Lara es profesor de Ética y Filosofía, ex Presidente de Amnistía Internacional, sección chilena. También participó en la Comisión Ética Contra la Tortura. Actualmente, participa del Comité Oscar Romero (SICSAL- Chile) y del Observatorio por el Cierre de la Escuela de las Américas. Es Presidente del directorio de la Fundación Helmut Frenz en educación en Derechos Humanos. Paralelamente, escribe artículos de derechos humanos para ALAINET, El Ciudadano y tuvo, durante muchos años, el Programa Radial “Que el Pueblo Viva” en Radio Juan Gómez Milla.
– ¿En qué organización y por qué comenzó a involucrarse en temas sociales?
En la Universidad, estuve en el Centro de Alumnos. Me llevaban como candidato porque yo, no obstante ser de izquierda, contaba con la simpatía de un grupo de derecha y de independientes. Era otra época, con mayor respeto por las personas y con más sentido del humor.
Escuchando a Clotario Blest, pude darme cuenta del significado del sistema capitalista. Eran los últimos años del gobierno de Eduardo Frei Montalva, con fuerte represión y gran efervescencia por la Reforma Universitaria, Iglesia Joven, Medellín, la Revolución Cubana y todo el estímulo intelectual de la década del 60, del siglo pasado; siendo acompañado. además, por profesores de enorme solvencia, tanto intelectual como moral y, cuyas palabras, yo escuchaba con máxima atención. No era un dirigente destacado, pero sí he mantenido y profundizado la semilla que recibí en aquel tiempo maravilloso y que. con los años de la Unidad Popular, han sido los mejores años de mi vida.
– En tus propias palabras ¿qué son los derechos humanos?
Sobre derechos humanos, comencé escuchando a Clotario Blest, que formó la Comisión de Derechos Humanos y Sindicales. Más tarde me involucré en el movimiento de derechos humanos por las circunstancias posteriores al golpe de Estado de 1973. Progresivamente, fui adquiriendo algún bagaje teórico sobre el tema.
En este plano, recibí la influencia del padre José Aldunate y de la Enseñanza Social de la Iglesia. Esta doctrina, me ha posibilitado asumir los derechos humanos en la perspectiva de una cultura, de una visión de la persona humana y del mundo, como sustrato ético de las relaciones interpersonales, entre entidades y entre naciones, cuya base debe ser el respeto absoluto de la dignidad humana. Ello significa que los derechos jurídicos, políticos, económicos, sociales, culturales y ecológicos están integrados e implicados entre sí. Son la base ética que debe regir el desarrollo de la humanidad.
– ¿Qué libro recomendaría leer a los jóvenes?
Recomendar libros a los jóvenes depende de las circunstancias y de los intereses de cada joven. Soy profesor de filosofía y de ética cristiana, por lo que, permanentemente, estoy recomendando lecturas a los estudiantes. No obstante, en este momento recomiendo a jóvenes y viejos el libro «La doctrina del shock» de Noemí Klein, para comprender cómo el poder económico se apodera del mundo. Como salida a la crisis global, sugiero la encíclica «Laudato Sí» del Papa Francisco, sobre el cuidado de la casa común y que asume el pensamiento de Leonardo Boff. Un libro importante, y poco difundido, es «Salidas del laberinto capitalista» sobre decrecimiento y postextractivismo de Alberto Acosta y Ulrich Brand. «Apología de Sócrates» de Platón, sobre el significado de la educación como formación de la conciencia ética. «Metafísica» de Aristóteles, puesto que proporciona precisión conceptual. Y leer y releer a los clásicos y nunca leer best sellers.
– ¿Qué frase o pensamientos le gustaría compartir con la juventud?
“Siempre hay que tener una razón para vivir, para luchar y para morir por ella”. Esto lo escuché de Helder Cámara, obispo de Olinda y Recife, Brasil, en una conferencia al recibir el doctorado Honoris Causa de la Universidad Católica de Chile, en 1969. Tengo anotados pensamientos que voy transcribiendo de mis lecturas y que me inspiran para escribir.
– Uno de los temas importantes que usted ha trabajado es la lucha contra la tortura ¿Por qué?
La tortura es la más trágica de las formas de represión y ha sido una expresión política de los regímenes represivos. Me involucré en el tema en el período en que fui presidente de Amnistía Internacional-Chile y acudieron a pedirme apoyo algunos ex presos políticos, dado que el Informe Rettig se había remitido sólo a los casos de detenidos-desaparecidos y ejecutados políticos. Recuerdo haber respondido a los sobrevivientes de tortura: “esto es un problema ético”. Y de allí surgió el nombre de la Comisión Ética contra la Tortura, que tuvo un papel significativo en su momento. Contribuí a su formación y participé en su dirección durante 15 años y que fueron fructíferos: se hizo público el reconocimiento de la tortura durante la dictadura (delito que se negaba hasta entonces); se extendió la condena a dicho delito de lesa humanidad; se presionó al gobierno de Lagos, el cual se vio obligado a conformar la Comisión de Prisión Política y Tortura (Comisión Valech); se denunció la tortura a nivel internacional; se establecieron vínculos con organismos internacionales de DDHH; y múltiples otras acciones que la historia reconocerá.
En síntesis: me involucré en el tema de la abolición de la tortura por la gravedad de las secuelas que este crimen ha dejado. Pero en la defensa de DDHH, durante la dictadura, en realidad, se realizaba todo tipo de acciones.
– ¿Por qué apoya la lucha por el cierre de la Escuela de las Américas?
Apoyo el cierre de la Escuela de las Américas porque es absolutamente irracional la existencia de una entidad que enseñe lo que enseña esta escuela: matar, torturar, violar, robar, etc…
Soy antimilitarista desde la juventud y siempre las instituciones militares me han sido distantes por ser clasistas en extremo. Aprendí en mi familia y en mis primeros años escolares que, por ser hijos de Dios, todos somos iguales. De niño vivía en un sector rodeado de poblaciones militares y las diferencias de grados de los padres de mis compañeros de juegos y de colegio me resultaban chocantes. Más tarde, en humanidades, los profesores y sacerdotes eran antimilitaristas y condenaban las dictaduras militares de los otros países del continente. Mi padre pertenecía a Carabineros (en el ámbito administrativo y civil) y siempre manifestó su distancia al sistema verticalista, abusivo y arbitrario allí existente. Al final de la dictadura me integré al Área de Objeción de Conciencia al Servicio Militar Obligatorio y se logró un leve avance.
Por tanto, en mi subconsciente está instalado el antimilitarismo. Las FFAA son instituciones que deben desaparecer porque las considero expresiones demoníacas.
– ¿Qué mensaje quisiera destacar del Papa Francisco?
Sigo los discursos del Papa Francisco y comparto sus planteamientos oficiales de sus encíclicas. Creo que su principal objetivo es el renacimiento del Concilio Vaticano II y todas sus implicancias. Especialmente debe destacarse su visión de Iglesia como Pueblo de Dios, dejando de lado la institución Iglesia que se centra en el afán de poder. En este período, soy coordinador para Chile del Servicio Internacional Cristiano de Solidaridad con los Pueblos de América Latina (SICSAL), que en Chile lleva el nombre de Comité Oscar Romero. Esta organización fundada en 1980 persigue estos mismos objetivos.
– Sobre el programa radial «Que el Pueblo Viva» ¿Algún recuerdo especial?
“Que el pueblo viva” es una frase de San Romero de América. Ese programa se transmitió hasta el año pasado por radio Juan Gómez Millas de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile. Fui su “fundador” y durante la mayor parte del tiempo, no recuerdo la cantidad de años, pero me parece que fueron alrededor de 10 año), estuve acompañado y asesorado por el periodista Pablo Ruiz.
Un programa radial sobre DDHH fue una experiencia que no tenía presupuestada, surgió la posibilidad de ello y me pareció válido asumirla.
Preparar y grabar un programa semanal, durante varios años, es algo cansador, especialmente cuando los años comienzan a hacerse sentir.
Ha sido una hermosa experiencia y no me negaría a continuarla, porque la difusión de los DDHH es indispensable.
– ¿Qué cree que viene después de la Pandemia?
Después de la pandemia, no sé qué podrá suceder. Lo que se puede visualizar, desde ahora, es la necesidad de enfatizar los planteamientos de los movimientos populares. Ojalá se produzca un momento de reflexión, que es muy necesario para los sectores populares que tienden al activismo sin reflexión y sin proyección en el tiempo y, por eso, no fructifican. Espero que terminemos con las pequeñeces que dividen todas las iniciativas. Nos falta madurez, generosidad e ideales profundos. Me estoy quedando con los compañeros que sí demuestran estas cualidades. Sólo así tendremos un mundo nuevo después de la pandemia.