RINAA esta altura de los acontecimientos resulta un secreto a voces que Estados Unidos encabeza una ofensiva imperial contra los paí­ses de América Latina y el Caribe con la que pretende cerrar el paso a los vientos de cambio -precursores quizá de un verdadero cambio de época- que agitan la geografía continental. En realidad el imperialismo, aunque algunas ve­ces Washington proclame lo contrario, siempre mantuvo un interés prioritario en lo que histó­ricamente ha considerado “su patio trasero”, o lo que ahora llaman con algo más de sutileza en los documentos del Pentágono “su área de responsabilidad”.

Dicha ofensiva, que responde a un proyecto integral de dominación, incluye un fuerte com­ponente militar cuya evidencia más visible, aunque no la única, es el número -que no cesa de aumentar- de bases militares extranjeras- es­pecíficamente de Estados Unidos, Gran Breta­ña y Francia que se distribuyen en buena parte de los países de la región.

Estamos hablando de bases y otras formas de presencia militar, como la IV Flota de guerra de los Estados Unidos, que son parte de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), es decir la alianza bélica que es la responsable principal de todas las guerras des­plegadas en el mundo en los últimos sesenta años.

Al presente, se trata, por lo menos, de 76 em­plazamientos militares de diversa envergadura cuya existencia ha sido verificada por distintos estudiosos del tema, entre ellos los que confor­man el Centro de Estudios y Documentación sobre Militarización (CEDOMI) del MOPAS­SOL (1).

Algunos de esos enclaves extranjeros son bas­tante conocidos como los de Colombia, o la base Soto Cano en Palmerola (Honduras); tam­bién la base naval de Guantánamo en territorio usurpado a Cuba desde hace más de cien años.

Para nosotros, en Argentina, el eje de nuestras denuncias es la gran fortaleza militar emplaza­da en nuestras Islas Malvinas desde 1985, tras la guerra de 1982, para garantizar al imperio la continuidad de la ocupación colonial británica. Entre las bases de más reciente creación se en­cuentra la emplazada en Concón (Chile, en las cercanías de Valparaíso).

No es el propósito de este artículo hacer un re­cuento detallado de la presencia imperialista en toda la región. Solamente quisiera detenerme en un caso menos difundido, el de Perú cuyo territorio, según opinión de varios integrantes de la “Campaña América Latina territorio de paz ¡Fuera Bases Militares Extranjeras” se es­taría convirtiendo en una verdadera plataforma de lanzamiento de la ofensiva militar del Co­mando Sur de las fuerzas armadas de Estados Unidos.

Perú, un territorio vigilado

En un documentado libro, que precisamente lleva por título “Territorios vigilados”, la perio­dista y escritora Telma Luzzani llama la aten­ción sobre la presencia militar norteamericana en este país: “El Pentágono tiene acuerdos con por lo menos dos bases peruanas, la de Iqui­tos y la de Nanay, próximas al río Amazona y afluentes. También utilizan las bases de Palma-pampa, Mazamari, Ancón (un puerto marítimo en el norte de Perú que ha servido para ejer­cicios de adiestramiento del Comando Sur a tropas de todo el Cono Sur) y Santa Lucía en el Alto Huallaga (aunque de esta última falta información reciente)” (2).

Luzzani agrega además, que “en Perú, justa­mente para obtener un tratado de libre comer­cio (TLC) y por exigencia de EEUU el Con­greso autorizó el uso de varios puertos como El Callao y Salaverry para aprovisionamiento de la IV Flota”. La ley fue aprobada casi sin deba­te y entró en vigencia el 1º de febrero de 2009. Y anota también que tropas estadounidenses han utilizado sitios como el Centro Peruano de Entrenamiento, en el río Iquitos, instalaciones que no se registran como bases extranjeras, pero que cumplen idénticas funciones.

Por otra parte, en mayo de 2008, soldados nor­teamericanos fuertemente armados, realizaron denominadas “tareas humanitarias”, en la re­gión de Ayacucho, en el marco de los ejercicios “Nuevos Horizontes”. En esa región, según se ha denunciado, el Pentágono negoció la insta­lación de una base militar como parte de los acuerdos establecidos en el TLC. Al momento no hemos podido comprobar si la misma se ha concretado.

Y a la vez, siguen apareciendo otros datos pre­ocupantes sobre el accionar de Estados Unidos en Perú. Por ejemplo, la noticia de que el go­bierno peruano construiría, con apoyo yanqui, una base antidrogas en el Cusco, en la zona co­nocida como VRAE (3). La denuncia fue formulada el 12 de febrero de 2013, por Ricardo Soberón, director del Centro de Investigación sobre Drogas y Derechos Hu­manos (CIDDH) indicando que la base estaría ubicada en la localidad de Picharí. El proyecto incluye la construcción de un aeródromo mili­tar para lo cual se expropiarían 470 hectáreas de tierras de cultivo a las comunidades cam­pesinas.

Soberón agrega que esto “es parte de los planes del Pentágono de consolidar la militarización de la luchas anti drogas en Perú”. Con ese fin, y en el marco de la cooperación anti drogas entre Lima y Washington, entre noviembre de 2012 y febrero de 2013 “ingresaron al país más de 50 efectivos de personal de elite estadouniden­se para ejercicios, operaciones y coordinacio­nes”.

La inquietud, respecto a dichos planes, ha sido reflejada en notas publicadas en la Revista de ALAI “América Latina en Movimiento”. Por ejemplo en un artículo de Linda Lema Tucker (4) se afirma:

“Los intereses que Estados Unidos tiene en Perú son importantes. Y muy grandes. Para protegerlos cuenta con un presidente idóneo a sus propósitos que ha firmado el TLC, pretende poner en concesión los territorios de la Ama­zonía para las corporaciones y cuenta además con un ministro de Defensa Rafael Rey que se­ñala “el gobierno se encuentra reactivando un número no precisado de bases militares en el VRAE”. La autora se refiere aquí al gobierno de Alan García mientras ocupaba la Presiden­cia en el período 2006 a 2009. Cuando, el 4 de diciembre de 2007, el Sena­do de EEUU aprobó el TLC, algunos analistas sostuvieron que Washington habría obtenido a cambio “un acuerdo secreto con el gobierno de Alan García con el propósito de tener acceso a bases militares peruanas”.

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Con Humala la militarización imperial sigue

Como se sabe el 28 de julio de 2011 hay un cambio de gobierno en Perú y asume la presi­dencia Ollanta Humala; sin embargo, la presen­cia militar norteamericana continúa aumentan­do. En los últimos años comienzan a instalarse los denominados COER (Centros de Operacio­nes de Emergencia Regional) financiados por el Comando Sur del Pentágono, supuestamente para ayudar a la población de las respectivas regiones a prevenir o paliar los efectos de de­sastres naturales. Los periódicos publican artí­culos y fotografías dando a conocer la ubica­ ción y las características de los proyectos y/o las obras construidas. Así, por ejemplo nos enteramos por el diario El Tiempo (www.eltiempo.pe) que el COER de Piura tendrá sede propia en un terreno de dos hectáreas donadas por la Municipalidad al Gobierno Regional y que esta terreno fue en­tregado a los representantes del Comando Sur quienes harán los diseños y construirán las ins­talaciones realizando una inversión de 500.000 dólares. El diseño estaría terminado a media­dos de 2011 y la construcción en 2012. Por su parte el diario El Regional, de Piura, en la edición del 24 de marzo de 2011 indica que dicho COER “incluye un helipuerto que servirá para contrarrestar las consecuencias que oca­sionan los desastres naturales”. Y agrega que “el proyecto tiene una inversión de 600 mil dólares, que lo está financiando la cooperación americana, el Comando Sur de los Estados Unidos”.

Los diarios locales de varios lugares informan asimismo de los proyectos para la construcción de otros COER con idénticas fuentes de finan­ciamiento. Así una publicación de Huaraz, del 7 de febrero de 2012, da cuenta de que se cons­truirá el Centro para la Región de Ancash, con una inversión de más de 650 mil dólares para dotar al Centro de una infraestructura “equi­pada con lo último de la tecnología en la in­vestigación y detección de desastres naturales, pues estará conectada a estaciones satelitales que monitorearán nuestras lagunas, nevados, ríos…”.

El Portal de los Lambayecanos, del 19 de fe­brero de 2011, consigna que “alrededor de un millón de dólares invertirá el Comando Sur de los Estados Unidos en la construcción de un polígono de entrenamiento en Lambayeque para capacitar a los miembros de las Fuerzas Armadas, Policía Nacional, Bomberos y briga­das de Defensa Civil en la búsqueda y rescate de personas tras una emergencia”. Así lo infor­mó el vicepresidente regional de Lambayeque, Juan Pablo Horna Santa Cruz, quien dijo que en una primera etapa se edificará el polígono y, en una segunda fase, un moderno almacén regional, que permitirá distribuir ayuda huma­nitaria a las comunidades de Lambayeque y de otros departamentos del norte que resulten afectados por un evento natural”.

Señaló que ambos locales serán construidos al costado del moderno COER, que funciona en Chiclayo desde diciembre de 2009, construido con un aporte de 300 mil dólares como parte del convenio suscrito entre el gobierno regio­nal de Lambayeque y el Comando Sur.

Una nota de prensa del 3 de noviembre de 2011 cuya fuente es el sitio http://www.regiontumbes. gob.pe/prensa/ asegura que “en una significati­va ceremonia, el Representante del Comando Sur de los Estados Unidos Ing. Mino Swayana y el sub jefe del INDECI, Cnel. (R) Edgar Or­tega, entregaron las modernas instalaciones del Centro de Operaciones de Emergencia Regio­nal, al Gobierno Regional de Tumbes”.

La instalaciones de COER constan de 5 am­bientes (una sala de recepción, sala de moni­toreo, sala de comunicaciones, sala de prensa y ayuda humanitaria), 3 servicios higiénicos, un grupo electrógeno, pozo elevado, y pozo sépti­co. La infraestructura del COER, fue valoriza­da en más de 350 mil dólares aportados por el Comando Sur.

Llama mucho la atención el emplazamiento de esta base de operaciones a pocos kilómetros de la frontera con Ecuador en la costa del Pací­fico. Sobre todo teniendo en cuenta que, por decisión del gobierno de Rafael Correa, el año 2009 los yanquis tuvieron que retirarse de la base que utilizaban en el puerto ecuatoriano de Manta.

Los COER y la estrategia del Pentágono

Para quienes vienen observando la estrategia militar norteamericana resulta bastante claro que este sospechoso interés del Comando Sur por invertir miles de dólares en la instalación de centros de prevención de desastres natura­les en países de nuestra América, se relaciona directamente con las visiones que quisieron imponer en la X Conferencia de Ministros de Defensa de las Américas realizada en Punta del Este, Uruguay, en octubre de 2012.

En esa Conferencia trataron de obtener una re­solución favorable a sus planes de relanzar la Junta Interamericana de Defensa (JID), institu­ción que Washington maneja discrecionalmente desde su creación en 1942 y que hoy pertenece al sistema de la OEA. Concretamente, el minis­tro de Defensa de los Estados Unidos propuso en Uruguay que toda la política continental de prevención de desastres fuera coordinada por la JID, cosa que no fue aceptada por el conjun­to de los países por dos razones: una, porque muchos gobiernos del continente consideran que tales tareas corresponden a los organismos de defensa civil y no al área militar; y dos, por­que varios de estos gobiernos desconfían de los planes del imperio y han resuelto tomar distan­cia de la doctrina militar del Pentágono, bus­cando elaborar proyectos estratégicos propios, por ejemplo, a través de su participación en el Consejo de Defensa Suramericano de Unasur.

La solidaridad antimperialista

Los hechos y circunstancias que acabamos de exponer brevemente constituyen una muestra de la actual ofensiva de Estados Unidos y los países de la OTAN en nuestro continente. No agotan el tema pero, en todo caso constituyen una alerta para todas las fuerzas que queremos la paz y la plena liberación de nuestros pue­blos.

En esa perspectiva, resulta muy valiosa la Cum­bre Antimperialista y Anticolonialista convoca­da por el gobierno y las organizaciones popula­res de Bolivia, que tuvo lugar en Cochabamba entre el 31 de julio y el 2 de agosto pasado. En la ocasión el presidente Evo Morales hizo una fuerte denuncia de la OTAN como “instru­mento de intervención, sinónimo de invasión, de dominación y sometimiento para el saqueo de nuestros recursos naturales (…) sinónimo de muerte y no de vida”.

Las y los numerosos participantes en la Cum­bre entendieron que la respuesta a los planes imperiales es multiplicar la lucha, acrecentar la unidad y fortalecer la solidaridad antimperia­lista en defensa de nuestra Patria Grande Lati­noamericana y Caribeña.

Buenos Aires, 29 de agosto de 2013

Rina Bertaccini, presidenta del Mopassol de Argentina; vice presidenta del Consejo Mundial por la Paz

NOTAS:

(1) Movimiento por la Paz, la Soberanía y la Solidaridad entre los Pueblos (Mopassol) de Argentina, se puede consultar el sitio www.mopassol.com.ar

(2) Luzzani, Telma. Territorios vigilados – 1ª edición – Buenos Aires: Debate, 2012, Randon House Mondadori S.A.

(3) VRAE: Valle de los ríos Apurimac y Ene

(4) América latina en Movimiento, 28 de septiembre de 2009

Por Editor

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