Por Valter Pinheiro*
El 1° de abril de 1964, se inició la más grande tragedia histórica de Brasil. Ya hace 57 años, y prosigue intermitentemente hasta los días actuales. Parece no tener fin. No podría ser distinto, pues no hubo justicia de transición, ni hasta el momento se vislumbra que venga a acontecer. ¡Hasta de la decantada Constitución de 1988 fue omitida! (Nota: La justicia transicional tendría que investigar los crímenes de la dictadura y castigar a los criminales y a sus comandantes. Así que no tenemos verdadera democracia y el Estado de Derecho.).
Ese fatídico día del 1 de abril, las tropas de las Fuerzas Armadas brasileñas pusieron sobre el terreno la ya frágil democracia de Brasil que tan sólo empezaba a construir la identidad de un pueblo para fortalecerse como nación a través de tímidas “reformas de base”, en las en que se destacaban las reformas agraria, educativa y sanitaria.
Por supuesto, tales cambios nunca serían tolerados por terratenientes, grandes corporaciones, de todas las sucursales, banqueros, mercaderes de educación y redes hospitalarias privadas, además del poderoso clero de una iglesia católica que todavía olía a feudalismo en sus entrañas.
Estos sectores de las élites del país pronto se alinearon con la más grande nación imperialista del planeta – los Estados Unidos – que ya observaban la efervescencia de las movilizaciones de los trabajadores en Brasil y, en ese momento, comenzó a planear el golpe por la deposición del presidente João Goulart legítimamente elegido.
El gobierno imperialista miraba en las reformas propuestas el espectro del comunismo y, por lo tanto, la amenaza a su hegemonía en América Latina.
El alto mando del ejército brasileño formado por generales siervos de la marina estadounidense y de formación nazi-fascista aplicó el golpe y se hizo cargo del gobierno del país junto con los comandantes de mismo naipe de la aeronautica y la marina. Hubo más de 1.500 asesinatos, incluyendo indígenas y quilombolas, y cientos de desaparecidos.
A partir de aquel sugestivo día 1 de abril (día de la mentira en la imaginación popular), los trabajadores más conscientes y combativos de las ciudades y el campo, con el decidido apoyo de estudiantes de secundaria y universitarios, de intelectuales sensibles a las causas populares y, además de sectores progresistas de la Iglesia Católica, formados en teología de la liberación, comenzaron a vivir los peores momentos de persecución y terror – el terror del Estado.
A partir de entonces, las detenciones, secuestros y torturas constituían una atmósfera de miedo que pendía sobre todos los rincones de Brasil sobre personas quienes tenían conciencia de la clase, que desarrollaron la facultad de pensar y trataron de organizarse para construir resistencia al régimen del terror. La tortura era (y sigue siendo) el método considerado eficiente en los interrogatorios.
Los asesinatos como resultado de la tortura fueron frecuentes en las cárceles de la dictadura como DOI-CODI, CCC (Comando Caza a los Comunistas), DOPS, Policía Federal, todo con el consentimiento de los generales del bajo-ejército brasileño y los comandos de la fuerza aérea y la marina. Por otro lado, los buitres del poder judicial, en particular, del Supremo Tribunal, se hacían de “desentendidos”.
Hasta el día de hoy, el ejército brasileño mantiene en archivos secretos todos sus atroces crímenes de lesa humanidad.
Sigue intacto el currículo de formación de oficiales de las fuerzas armadas con fuerte marca ideológica anticomunista y el concepto de «enemigo interno», impuesto por la Escuela de las Américas, hoy bajo el nombre de Whinsec.
Es importante agregar que ningún gobierno civil después de la salida de los militares del gobierno, incluidos los del PT, cuestionaron este currículo en nombre de la gobernabilidad.
Por lo tanto, aquel régimen de tinieblas y terror de Estado viene atravesando más de cinco décadas hasta nuestros días. Y durante todo este tiempo, el ejército brasileño había estado generando su obra maestra más terminada para dar continuidad a aquel régimen de terror del A.I5 (Acto Institucional n.5).
Y parió a Bolsonaro, que es el producto de la formación ideológica del ejército y otras fuerzas de represión del Estado, de los generales patrióticos del gran capital internacional y del imperialismo estadounidense.
EEUU y Brasil: Más Militarización para la dominación
En febrero pasado, se realizó un ejercicio conjunto, en Fort Polk, Lousiana, entre Brasil y los EEUU. En total, 203 soldados del Ejército Brasileño y 21 elementos de la Fuerza Aérea Brasileña participaron en la Operación Culminating, con militares norteamericanos. En mayo también, ambos países, tuvieron una conferencia Bilateral de Estado Mayor.
En esta reedición de la dictadura civil-militar nazi-fascista, el ejército a través de su obra maestra, se utiliza de la pandemia de covid-19 para torturar al enemigo interno, es decir, los trabajadores: los pobres, los negros, las mujeres, quilombolas, indígenas, todos los que tengan conciencia de clase y facultad de pensamiento. La tortura es por asfixia y vacunación lenta. Mientras tanto, la obra maestra relincha de placer y dice: ¿y qué?. Va más allá y prende fuego a la selva amazónica. Es una obra maestra psicopática genocida e incendiaria, igual al modelo: el emperador Nerón de Roma.
* Valter Pinheiro, pertenece al Comitê Memória, Verdade e Justiça, Brasil. Este artículo será publicado próximamente en la Revista El Derecho a Vivir en Paz. PDF: Articulo
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