Cada día más mediocre, más corrupto y más servil eso que llaman «periodismo», en las empresas mercantilizadoras de «noticias» o «información», constituye hoy una de las maquinarias de guerra ideológica capitalistas más degeneradas… Su degeneración es su fracaso y al mismo tiempo su delación. Se delata su definición a partir de su función distorsiva y […]
Cada día más mediocre, más corrupto y más servil eso que llaman «periodismo», en las empresas mercantilizadoras de «noticias» o «información», constituye hoy una de las maquinarias de guerra ideológica capitalistas más degeneradas… Su degeneración es su fracaso y al mismo tiempo su delación. Se delata su definición a partir de su función distorsiva y lo que debiera servir para orientar a la sociedad es, en realidad, un negocio para desorientar.
No es lo mismo «periodismo» que mercadeo de noticias. Aunque se ha instalado la idea perversa de que sólo lo que vende diarios es información, y con ello se han creado cátedras, carreras, posgrados y especialidades… aunque reine en la cabeza de muchos la idea de que «periodismo» es el arte mercenario de vender la pluma al mejor postor… aunque impere el criterio peregrino de que un periodista es mercader de confiabilidad… y, aunque se machaque con la falacia de que el periodismo es el arte demagógico la «objetividad» burguesa… lo cierto es que lo que llaman y practican como «periodismo» en las empresas de periódicos es una mercancía más sometida a las peores leyes del capitalismo. Lo saben bien los trabajadores.
Los hechos que genera la vida social, económicos, políticos, artísticos, culturales… a partir de su motor histórico que es la lucha de clases, no pueden ser privatizados por maniobra comercial alguna aunque esta sea capaz de convertirlos, según sus intereses, en «información» o «noticia». Los hechos cotidianos (ocurran cuando ocurran) producto de las relaciones sociales, hasta hoy divididas en clases, además de requerir registros y análisis científicos, exigen capacidad de relato clarificante, creativo y emancipador, para contribuir a elevar el nivel de la conciencia colectiva incluso en la resolución de problemas individuales. La terea de producir análisis e información periodística además de ser parxis ética cotidiana, debe ser trabajo organizador para la transformación del mundo. Así lo ejerció el propio John Reed.
En las empresas que han hecho de la información una mercancía caprichosa y desleal con la verdad, el trabajo de los «periodistas» ha sido deformado hasta la ignominia de la esclavitud del pensamiento y la explotación de personas obligadas a traicionar la conciencia (individual y colectiva) sobre la realidad. Se vive diariamente un desfalco informativo en contra de todo sentido común y se humilla la inteligencia de los trabajadores de la información sometiéndolos a principios y fines empresariales cada día más mediocres, corruptos y mafiosos. La Sociedad Interamericana de Prensa conoce bien esta historia.