Por Carlos Fazio, La Jornada

Cambian las administraciones de republicanos y demócratas en la Casa Blanca, pero las estrategias de tensión y desestabilización sistemática del Estado profundo (la estructura secreta que se sitúa por encima de las apariencias democráticas y a espaldas de la opinión pública estadunidense) contra países considerados enemigos de Washington, permanecen. Una constante en las últimas dos décadas han sido las políticas de cambio de régimen contra Venezuela. Objetivo: el petróleo. Y eliminar un modelo político alternativo a la dominación estadunidense en América Latina y el Caribe.

En la coyuntura, siguiendo el esquema del conflicto ucraniano en Europa, la administración demócrata de Joe Biden continúa la política de su antecesor, el republicano Donald Trump, utilizando a Colombia como plataforma para la agresión a Venezuela. Desde finales de 2021, Wa­shington ha venido utilizando al gobierno cipayo de Iván Duque, en la activación de líneas de tensión en la frontera del río Arauca entre Colombia y Venezuela, importante región geopolítica y geoestratégica por ser acceso a reservas de petróleo y gas, agua dulce, minerales, biodiversidad y otros recursos naturales.

La sucesión de hechos violentos provocados por grupos armados no estatales colombianos infiltrados en el Estado venezolano de Apure, fronterizo con el departamento de Arauca, Colombia, busca atraer al gobierno de Nicolás Maduro a una guerra similar a la que la OTAN ha estado provocando en la frontera entre Rusia y Ucrania. Al respecto, no se puede ocultar la profunda relación existente entre el gobierno del uribista Iván Duque con los grupos narcoparamilitares Los Rastrojos, Los Urabeños, las Autodefensas Gaitanistas de Colombia y Águilas Negras −bajo supervisión de la DEA y del embajador de EU, Philip Goldberg, quien desestabilizó a la ex Yugoslavia en 1999 y fue expulsado de Bolivia en 2008 por conspirar contra el gobierno de Evo Morales−, parecida a la que sostiene el presidente ucranio, Volodymir Zelensky, con grupos paramilitares neonazis.

En 2013, el entonces presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, suscribió un acuerdo con la OTAN como socio global (o “extra OTAN), erigiendo al país sudamericano en un caballo de Troya regional de esa fuerza militar multinacional comandada por Estados Unidos, que se atribuye al derecho de intervenir en cualquier parte del mundo.

En enero pasado, el ministro de Defensa venezolano, general Vladimir Padrino López, denunció la proyección latinoamericana de la OTAN, con Colombia y su red de bases militares como peón, y la presencia cada vez más resuelta de medios castrenses y navales de la alianza atlántica en el área de influencia de Venezuela. Padrino se refería no sólo al acuerdo entre Colombia y la OTAN, sino también al segundo entrenamiento conjunto entre militares de Brasil y Estados Unidos, en el marco de la iniciativa CORE (siglas en inglés de Operaciones Combinadas y Ejercicios de Rotación), firmada en octubre de 2020 para aumentar la interoperabilidad entre sus ejércitos.

Las recientes revelaciones sobre las maniobras militares del Ejército argentino en 2019, para una invasión a Venezuela bajo el mando del Comando Sur del Pentágono, vienen a demostrar que Trump y su trío de sicópatas: John Bolton, Mike Pompeo y Elliot Abrams, estuvieron a punto de generar un conflicto bélico en el corazón de América del Sur. En esa coyuntura, tras la fabricación del títere Juan Guaidó como presidente encargado de Venezuela (reconocido por el entonces presidente argentino, Mauricio Macri) y en el marco de una campaña de intoxicación mediática propagandística, típica de la guerra híbrida y/o de cuarta generación −que empleó recursos diplomáticos, militares, de inteligencia y económico-financieros−, Wa­shington, con apoyo de la OTAN y el Grupo de Lima, intentó derrocar al gobierno legítimo de Maduro mediante un fracasado golpe de Estado que sería seguido por una intervención humanitaria de algunos ejércitos del área. Una maniobra imperial para tercerizar la guerra, donde la tarea del Ejército argentino era garantizar la seguridad de un corredor humanitario en la frontera de Colombia y Venezuela, mientras su homólogo brasileño cubriría el corredor desde las ciudades de Boa Vista y Pacaraima, en el estado de Roraima, fronterizo con Venezuela.

Como parte de la actual estrategia de tensión, no es ajeno a Washington el foro anticomunista organizado el pasado fin de semana en Bogotá, por el ultraderechista partido español Vox, con participación de sectores conservadores de varios países del área y disidentes cubanos y venezolanos. Como tampoco lo son los encuentros patrocinados por la red de lobbies ultracapitalistas Atlas Network (Red Atlas), que apoya a los presidentes Duque, de Colombia, y Guillermo Lasso, de Ecuador, así como a la Fundación Internacional para la Libertad, del escritor Mario Vargas Llosa, y la Fundación Friedrich Naumann de Alemania.

Esos encuentros son utilizados por los círculos de la inteligencia estadunidense para fabricar y potenciar operadores mediáticos que sirven a sus campañas de desestabilización contra Venezuela, Cuba, Bolivia, México y Nicaragua. A manera de ejemplo, está el caso de Agustín Antonetti, joven argentino de 21 años, promovido por la Red Atlas en varios medios regionales (Infobae, CNN Radio Argentina, el diario fujimorista Expreso, de Perú) y nombrado la personalidad del año de la Fundación Libertad, ligada a Macri, quien ha tenido un peso importante en las campañas en Twitter contra el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, con la etiqueta #AMLOVeteYa; contra el gobierno cubano con #SOSCuba y #15NCuba ; antes y durante el golpe de estado contra el ex presidente de Bolivia Evo Morales con #EvoDictador) y el actual Luis Arce #SOSBolivia.

En ese contexto, Estados Unidos busca reposicionar la narrativa de Venezuela como Estado fallido, y utilizando al narcotráfico colombiano como punta de lanza, generar un conflicto multiforme en el eje fronterizo colombo-venezolano, que justifique la presencia de la OTAN con la difusa doctrina de la Responsabilidad de Proteger (R2P).

Fuente: https://www.jornada.com.mx/2022/02/21/opinion/019a1pol


EUA e OTAN ‘ESQUENTAM’ A FRONTEIRA COLÔMBIA – VENEZUELA

Carlos Fazio

Mudam as administrações republicanas e democratas na Casa Branca, mas as estratégias de tensão sistemática e desestabilização do estado profundo (a estrutura secreta que fica acima das aparências democráticas e nas costas da opinião pública norte-americana) contra países considerados inimigos de Washington permanecem. Uma constante nas últimas duas décadas tem sido as políticas de mudança de regime contra a Venezuela. O objetivo: o petróleo. E para eliminar um modelo político alternativo ao domínio dos EUA na América Latina e no Caribe.

Neste momento, seguindo o padrão do conflito ucraniano na Europa, a administração democrata de Joe Biden continua a política de seu antecessor, o republicano Donald Trump, utilizando a Colômbia como plataforma de agressão contra a Venezuela. Desde o final de 2021, Washington vem utilizando o governo de Iván Duque para ativar linhas de tensão na fronteira do Rio Arauca entre a Colômbia e a Venezuela, uma importante região geopolítica e geoestratégica devido a seu acesso a reservas de petróleo e gás, água doce, minerais, biodiversidade e outros recursos naturais.

A sucessão de eventos violentos provocados por grupos armados colombianos não estatais infiltrados no estado venezuelano de Apure, que faz fronteira com o departamento de Arauca, Colômbia, procura atrair o governo de Nicolás Maduro para uma guerra semelhante à que a OTAN vem provocando na fronteira entre a Rússia e a Ucrânia. Neste sentido, não se pode esconder a profunda relação entre o governo do uribista Iván Duque e os grupos narcoparamilitares Los Rastrojos, Los Urabeños, as Autodefesas Gaitanistas de Colômbia e Áquilas Negras, sob a supervisão da DEA e do embaixador de EUA Philip Goldberg, que desestabilizou a antiga Iugoslávia em 1999 e foi expulso da Bolívia em 2008 por conspirar contra o governo de Evo Morales – semelhante ao presidente ucraniano Volodymir Zelensky com grupos paramilitares neonazistas.

Em 2013, o então presidente da Colômbia, Juan Manuel Santos, assinou um acordo com a OTAN como parceiro global (ou «extra-NATO»), estabelecendo o país sul-americano como um cavalo de Tróia regional desta força militar multinacional comandada pelos Estados Unidos, que reivindica o direito de intervir em qualquer parte do mundo.

Em janeiro passado, o Ministro da Defesa venezuelano, General Vladimir Padrino López, denunciou a projeção latino-americana da OTAN, com a Colômbia e sua rede de bases militares como um peão, e a presença cada vez mais determinada dos meios militares e navais da aliança atlântica na área de influência da Venezuela. Padrino estava se referindo não apenas ao acordo entre a Colômbia e a OTAN, mas também ao segundo treinamento conjunto entre as forças armadas brasileiras e americanas no âmbito da iniciativa Operações Combinadas e Exercícios Rotativos (CORE), assinado em outubro de 2020 para aumentar a interoperabilidade entre suas forças armadas.

 

Venezuela se prepara ante possível convênio da Colômbia com a OTAN (foto RT)

As recentes revelações sobre as manobras militares do Exército Argentino em 2019, para uma invasão da Venezuela sob o comando do Comando Sul do Pentágono, demonstram que Trump e seu trio de psicopatas: John Bolton, Mike Pompeo e Elliot Abrams, estavam à beira de gerar um conflito militar no coração da América do Sul. Naquele momento, após a fabricação do fantoche Juan Guaidó como presidente encarregado da Venezuela (reconhecido pelo então presidente argentino, Mauricio Macri) e no âmbito de uma campanha propagandística de intoxicação da mídia, típica da guerra híbrida e/ou de quarta geração – que empregou recursos diplomáticos, militares, de inteligência e econômico-financeiros, militares, inteligência e recursos econômico-financeiros – Washington, com o apoio da OTAN e do Grupo Lima, tentou derrubar o governo legítimo de Maduro através de um golpe de Estado fracassado que seria seguido por uma intervenção humanitária de alguns exércitos na área. Uma manobra imperial para terceirizar a guerra, onde a tarefa do Exército Argentino era garantir a segurança de um corredor humanitário na fronteira da Colômbia e Venezuela, enquanto seu homólogo brasileiro cobriria o corredor desde as cidades de Boa Vista e Pacaraima, no estado de Roraima, fronteira com a Venezuela.

Como parte da atual estratégia de tensão, não é estranho a Washington o fórum anticomunista organizado no último fim de semana em Bogotá pelo partido ultradireitista espanhol Vox, com a participação de setores conservadores de vários países da região e dissidentes cubanos e venezuelanos. As reuniões também não são patrocinadas pela rede de lobby ultra capitalista Atlas Network, que apoia os presidentes Duque da Colômbia e Guillermo Lasso do Equador, bem como a Fundação Internacional da Liberdade do escritor Mario Vargas Llosa e a Fundação Friedrich Naumann da Alemanha.

Essas reuniões são utilizadas pelos círculos de inteligência dos EUA para fabricar e promover os agentes da mídia que servem suas campanhas de desestabilização contra a Venezuela, Cuba, Bolívia, México e Nicarágua. A título de exemplo, temos o caso de Agustín Antonetti, um argentino de 21 anos, promovido pela Rede Atlas em vários meios de comunicação regionais (Infobae, CNN Radio Argentina, o jornal pró-Fujimori Expreso, no Peru) e nomeado a personalidade do ano pela Fundación Libertad, ligada à Macri, que desempenhou um papel importante nas campanhas do Twitter contra o presidente do México, Andrés Manuel López Obrador, com a hashtag #AMLOVeteYa; contra o governo cubano com #SOSCuba e #15NCuba; antes e durante o golpe de Estado contra o ex-presidente boliviano Evo Morales com #EvoDictador) e o atual presidente Luis Arce #SOSBolivia.

Neste contexto, os EUA procuram reposicionar a narrativa da Venezuela como um Estado falido, e usando o tráfico de drogas colombiano como ponta de lança, para gerar um conflito multifacetado no eixo fronteiriço colombiano-venezuelano, justificando a presença da OTAN com a vaga doutrina da Responsabilidade de Proteger (R2P).

 

 

https://www.jornada.com.mx/2022/02/21/opinion/019a1pol

Tradução:  Comitê Carioca de Solidariedade a Cuba

Por Editor

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