Por Julio Yao*
John Poindexter
El 5 de diciembre de 1985, el Director del Consejo de Seguridad Nacional (CSN) de EUA, Almirante John Poindexter, fue enviado a Panamá por John Galvin, jefe del Comando Sur. Poindexter le hizo groseramente las siguientes exigencias al General Manuel A. Noriega, jefe de las Fuerzas de Defensa de Panamá (no era un ejército) en la base aérea de Howard (Manuel Noriega y Peter Eisner: The Memoirs of Manuel A. Noriega. America’s Prisoner. Random House, New York, 1997, págs. 77-80):
(1) que el expresidente Nicolás Ardito Barletta (vicepresidente del Banco Mundial), discípulo de George Shultz, “regrese al poder hacia fines de diciembre”;
(2) que “Panamá ponga fin a su rol como negociador de la paz en Centroamérica”;
(3) que “Panamá rompa relaciones con Cuba y limite la presencia cubana en el país”;
(4) que “la doctrina militar panameña es un mal ejemplo para otros ejércitos en la región” (Ibid., págs. 124-125).
La respuesta de Noriega — quien no conocía a Poindexter — fue ésta: “Usted es un alto oficial de Washington, pero está muy mal informado. Sus palabras no tienen ningún valor, y sus palabras y amenazas son un insulto. Los Estados Unidos tienen una deuda con Panamá y conmigo por las relaciones siempre respetuosas que hemos gozado durante muchos años.
“¡Váyase y regrese por donde vino!, pero averigüe sobre Panamá antes de que se atreva a hablar conmigo de nuevo, y que alguien le informe sobre la verdad de nuestra relación.” Noriega rechazó las cuatro exigencias.
El militar entendió que se había producido una ruptura con la superpotencia: “No comprendimos que EUA se había convertido en nuestro enemigo y que haría todo lo posible por destruirnos.”
Oliver North
Tanto el Teniente Coronel Oliver North (del Affaire Irán-Contras), como el Almirante John Poindexter, Néstor Sánchez y otros en el CSN, se jactaban de hablar en nombre del presidente Reagan o del presidente Bush y querían que “apoyáramos a los militares contra la guerrilla en El Salvador y lanzáramos ataques contra Nicaragua. El problema para ellos — dijo Noriega — era que nosotros nunca acordamos participar en nada de eso” (Ibid., pág. 79).
En el verano de 1986, Noriega se reunió en Londres con Oliver North, quien se quejó de que los “Contras” no demostraban habilidad para el combate y que costaba mucho mantenerlos. De allí surgió la idea de que Panamá apoyara a los “Contras”.
North quería que las Fuerzas de Defensa de Panamá realizaran actos de sabotaje en Nicaragua. “Lo que necesitamos, dijo — son unos cuantos actos espectaculares de sabotaje”. Haciendo como una lista de supermercado, North detalló: “hacer explotar cables de alta tensión, actos de terrorismo en Managua, minar los puertos, etc.”. Los militares panameños eran la última esperanza.
North le aseguró a Noriega que Washington olvidaría todas las acusaciones que la oposición panameña había plantado en Washington en su contra y que “habría dinero para el general Noriega y para Panamá, para proyectos militares, armas, lo que necesite”. “Pensé – afirma Noriega — que la propuesta de North era ridícula y nunca la consideré ni por un instante. Miren – le dijo — la respuesta es que sencillamente no podemos hacer eso”.
Noriega añadió: “Los ‘Contra’ perdieron su oportunidad. La capacidad militar de las fuerzas sandinistas ha crecido. Ellos son superiores en estrategia y posiciones de defensa. Han aprendido muy rápido. Sus tácticas son de los militares soviéticos, esencialmente de la defensa soviética…. En un cuidadoso rechazo de la política de Estados Unidos, les dije que apoyábamos un arreglo regional para las guerras civiles en Centroamérica”. El Acuerdo de Paz de Contadora fue apoyado por Noriega (Ibid.).
Además de la propuesta de North, Constantine Menges, miembro del CSN de EUA, también presionó a Noriega para que las Fuerzas de Defensa dejaran el poder. Ya antes le habían exigido que Panamá rompiera con el Grupo de Contadora para la Paz en Centroamérica; que se permitiera el entrenamiento de los “Contra” en la Zona del Canal (aún en poder de EUA); que la Escuela de las Américas, expulsada en 1984, regresara a Panamá, y que se abrogaran los Tratados Torrijos-Carter (Julio Yao, El Monopolio del Canal y la Invasión a Panamá, Editorial Chen, 2019, pág. 79.). CONTINUARÁ.
*El autor es Analista Internacional; ex Asesor del canciller Juan Antonio Tack y Omar Torrijos; ex Agente de la República de Panamá ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya; Presidente Honorario y Encargado del Centro de Estudios Estratégicos Asiáticos de Panamá (CEEAP).
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Sanciones, golpes, sobornos y la OEA contra Noriega
Sanciones
A fines de enero de 1988, el presidente Reagan emitió una Orden Ejecutiva que calificaba al “régimen Noriega-Solís Palma como una inusual y extraordinaria amenaza para la seguridad de EUA.”
A raíz de esta Orden, EUA confiscó dos aviones de Air Panamá; congeló $700 millones del Banco Nacional, depositados en EUA; le impuso a Panamá un brutal bloqueo diplomático, monetario, comercial, económico y financiero; retiró el dólar del mercado nacional y encabezó una campaña de desprestigio contra nuestro país.
El 18 de marzo de 1988, William Walker y Michael Kozak, del Departamento de Estado — después de otro golpe frustrado de la CIA dos días antes (16-3-88) — le ofrecieron a Noriega dos millones de dólares (en nombre de George Shultz y el presidente Reagan) para que se largara del país. Paradójicamente, William Walker se llamaba el filibustero que quiso apoderarse de Centroamérica y fue ejecutado en el siglo XIX.
Un psiquiatra acompañaba a Walker y Kozak con el fin de estudiar qué puntos débiles tenía el militar panameño según su lenguaje corporal. El Dr. Pieczenic dijo: “El General (Noriega) está más claro y firme que Kozak y Walker. Éstos dos son los verdaderos locos” (Manuel Noriega y Peter Eisner, págs. 127, 138, 139).
La OEA exige que Noriega entregue el poder a la oposición
Otra presión contra Noriega provino de la OEA; es decir, de EUA. En mayo de 1989 se llevaron a cabo elecciones presidenciales. La CIA y el Departamento de Estado intervinieron en las mismas desde emisoras en Costa Rica y Panamá. El Gobierno arrestó in fraganti a Kurt Muse, quien confesó seguir órdenes de Washington.
En vista de las intervenciones, agresiones y sanciones, el Tribunal Electoral decidió suspender el conteo de votos y cancelar las elecciones, ya que no había condiciones: las tropas de EUA desobedecían y provocaban a las autoridades nacionales — tanto civiles como militares — y circulaban impunemente por todo el territorio nacional y en áreas prohibidas por tratados internacionales (espacio aéreo, maniobras de paracaidistas), haciendo vuelos rasantes e intimidantes sobre nuestras poblaciones.
EUA eliminó la Junta Combinada de Defensa, creada por el Tratado del Canal, porque no querían dar cuenta a los militares panameños.
El Órgano de Consulta de Cancilleres de la OEA se reunió en México, y el mismo aprobó una resolución totalmente violatoria de su Carta, la de la ONU y de la soberanía panameña, mediante la cual la entidad exigía que Noriega (mencionado ilegalmente con nombre propio) entregara inmediatamente el poder a la oposición.
Lo realmente inusitado es que la delegación de Panamá la encabezaba el canciller de Noriega, Jorge E. Ritter, quien, contra toda lógica, aprobó la resolución.
El Centro de Estrategia Militar (CEM), formado por oficiales nacionalistas, me preguntaron el significado de dicha resolución y sus consecuencias para nuestro país. Les afirmé que solo cabía rechazarla y pedirle explicaciones al canciller.
Ello motivó que el Gobierno convocara una reunión de Consejo de Gabinete Ampliado en la Presidencia de la República, cuyo Presidente Encargado, Manuel Solís Palma, me invitó a explicar nuestra posición frente a este engorroso asunto. Llegué en compañía del ex canciller Juan Antonio Tack, verdadero artífice del Tratado del Canal, de quien había sido Asesor personal entre 1972 y el 31 de diciembre de 1976.
En dicha reunión estuvieron presentes el General Noriega y su Estado Mayor. El primero no pronunció una sola palabra, pero era obvio que estaba disgustado con la actitud insólita de la delegación (los otros dos miembros fueron Adolfo Ahumada y Carlos Ozores), pero el trío se demoró en regresar a suelo patrio.
Sugerí al Consejo de Gabinete Ampliado que Panamá rechazara la resolución de la OEA y solicitara una Opinión Consultiva a la Corte Internacional de Justicia de La Haya (CIJ) para que ésta decidiera si la OEA había violado su Carta y la Carta de la ONU, tal como yo afirmaba.
El Consejo de Gabinete Ampliado aprobó un Comunicado del gobierno — que redactamos — el cual rechazó la citada resolución. CONTINUARÁ.
El autor es Analista Internacional; ex Asesor del canciller Juan Antonio Tack y Omar Torrijos; ex Agente de la República de Panamá ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya; Presidente Honorario y Encargado del Centro de Estudios Estratégicos Asiáticos de Panamá (CEEAP).
La Corte Internacional, una opinión consultiva y una cancelación fatal
residente Encargado, Manuel Solís Palma, me designó Agente de Panamá ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya (CIJ) para indagar en ese tribunal si la OEA había violado el Derecho Internacional con la resolución de mayo contra Panamá. Era el primer Agente de Panamá en la CIJ. El Gobierno Nacional me designó también Embajador en Holanda (no tomé posesión del cargo) y Embajador Adjunto en la Misión Permanente en la ONU, con el fin de aprobar la solicitud de la Opinión Consultiva.
En efecto, el Sub Secretario para Asuntos Jurídicos de la ONU, Dr. Bruno Fleischhawer, aprobó nuestra argumentación y reiteró lo que ya sabíamos: que tal solicitud debía ser aprobada por la Asamblea General, tras lo cual el Dr. Fleschhawer llevaría personalmente dicha Solicitud a La Haya.
El propósito de la Opinión Consultiva era indagar en la CIJ si la OEA habría violado el Derecho Internacional, incluidas la Carta de la OEA y la Carta de la ONU.
Una cancelación inesperada
Cuando todo marchaba sobre ruedas y había conseguido los votos claves para que la Asamblea General aprobara la Solicitud de Opinión Consultiva, el presidente Solís Palma me llamó a la medianoche al hotel donde me encontraba en Nueva York.
Yo estaba seguro de que la supuesta iniciativa era falsa y errada (resultó serlo) y posiblemente era una conspiración con elementos que tramaban en Washington contra Noriega y Panamá.
La cancelación de la Opinión Consultiva le daba mayor espacio a EUA para seguir presionando la salida de Noriega, tal como lo habían hecho Poindexter y Oliver North de 1985 a 1988.
Ante tan rotunda y desafortunada cancelación, le respondí al presidente Solís Palma de la manera siguiente:
“Señor Presidente: no estoy de acuerdo con usted, pero ‘donde manda capitán no manda marinero’; no obstante, debo recordarle que yo soy de los que escriben la historia y algún día lo haré. Buenas noches.”
Otro Golpe frustrado por Noriega: el 3 de octubre de 1989
El 3 de octubre de 1989, el Mayor Luis Giroldi y su grupo capturaron a Noriega en el Cuartel Central y lo inmovilizaron. Los militares desafectos habían acordado con militares norteamericanos que éstos enviarían un helicóptero para llevarse a Noriega, pero el aparato dio vueltas y vueltas sobre el Cuartel y no bajó a recogerlo.
Cuando esto ocurría, el Embajador de Corea del Sur se encontraba conmigo en un café, y fue él quien me informó lo que ocurría en el Cuartel con el helicóptero. Mientras tanto, las fuerzas leales a Noriega (los “Macho de Monte”) rescataron a Noriega, dando al traste con otro golpe de los norteamericanos. Algunos de los involucrados fueron ejecutados o murieron en la refriega.
La decisión de los norteamericanos de no llevarse a Noriega ahora que lo tenían completamente dominado selló la suerte de los conjurados y significaba que EUA tramaba algo más siniestro, porque con Noriega bajo control, debía cesar la guerra contra Panamá. Noriega sería nuevamente utilizado como pretexto para una mayor agresión, la cual estuvo a cargo de Colin Powell, quien nos recetó “tierra arrasada” como si nosotros fuéramos peligrosos vietnamitas.
El nuevo Gobierno
Las Fuerzas de Defensa, bastante desarticulada por las sanciones y el caos económico que significaron, no sospechaban que se tramaba una invasión. Corrían rumores de que hubo ciertos preparativos, pero nada en concreto.
Entretanto, un nuevo gobierno había asumido el poder bajo el ex Contralor General de la República, Francisco Rodríguez, el 1 de septiembre, que restauró la Asamblea de Representantes de Corregimientos de la época del General Torrijos. Dicha Asamblea designó a Noriega como jefe de Gobierno. Leonardo Kam fue el nuevo Ministro de Relaciones Exteriores.
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Invasión y Corte Internacional
En este tema como en cualquier otro, la soberanía es la que importa y no el personaje. Éste podrá ser bueno o malo; acertado o errático, pero es el que representa al colectivo nacional. Por ello, rechazamos todo ataque a Noriega como una intervención en nuestros asuntos internos. Solo los panameños podíamos eliminarlo o mantenerlo. Noriega fue un pretexto para encubrir una violación inaceptable del Derecho Internacional.
Retorno a la OEA
El 26 de noviembre de 1989 se produciría en Washington el seguimiento al tema de Panamá desde la reunión de la OEA en México.
Integré la delegación como Ministro Extraordinario y Plenipotenciario. Allí colaboré en la redacción del discurso del nuevo canciller, Leonardo Kam, en el que hicimos una férrea defensa de la soberanía y rechazamos la anterior posición de Panamá en México.
Me tocó defender en la Comisión de Credenciales la legitimidad de la delegación panameña, muy cuestionada en ese momento. Funcionarios militares de Venezuela de la línea de Hugo Chávez bajo reserva nos congratularon por la nueva actitud. “Teníamos la esperanza de que se produjese un cambio en relación con (la reunión en) México”, reconocieron.
La invasión y la traición de la Nunciatura
Pero tres semanas después, EUA nos invadió sorpresivamente a la medianoche del 19 al 20 de diciembre de 1989.
Lo demás es historia: Noriega se asiló en la Nunciatura, pero el Nuncio lo traicionó al presionarlo para que se entregara a las hordas del Comando Sur.
Noriega pidió y consiguió asilo en España y, nuevamente el Nuncio, en vez de hacer respetar la sede del Vaticano y a su huésped, como lo mandata la Convención de Ginebra de 1961, lo desmoralizó y se plegó a las exigencias del Comando Sur.
El Nuncio, Monseñor Laboa – fiel a su apellido — enroscó como sierpe entre sus anillos a Noriega para que el militar se entregara, con alusiones de que podría correr la misma suerte de Mussolini, quien fue linchado junto a su amante por enfurecidos italianos cuando pretendían refugiarse en Suiza.
Bloquean la demanda ante la CIJ
Cuando cayeron las primeras bombas, a las 11:30 pm del 19 de diciembre de 1989, yo estaba dándole algunos retoques a la demanda ante la CIJ. En los últimos diez días de diciembre hice gestiones para salir de incógnito a La Haya a fin de presentar la demanda el primer lunes de enero de 1990, con grave riesgo para nuestras vidas.
De haber llegado a La Haya, la Corte hubiese dictado inmediatamente “medidas provisionales de resguardo” contra EUA, entre las cuales el Tribunal exigiría inmediatamente el CESE DE LOS ATAQUES Y EL RETIRO DE LAS TROPAS INVASORAS.
Nuestra historia nacional hubiera sido distinta por completo. Pero el nuevo Gobierno no quiso o no pudo revalidar (el poder) mi misión y, por otra parte, el barco o la avioneta que debía trasladarnos a Colombia, fuese por mar o por aire, no se atrevió a correrse el albur con los invasores, que ejercían férreo control sobre el territorio nacional.
Noriega, primer prisionero de guerra de EUA
El General Noriega fue el primer Prisionero de Guerra en la historia de EUA. Fue secuestrado y llevado ilegalmente a este país en vista de que los tratados internacionales (Montreal, 1969) le reconocían inmunidad por ser Comandante de las FDP, aunque Washington jamás ha respetado el Derecho Internacional
La Nunciatura, sede diplomática del Vaticano, le violó sus derechos como sujeto de asilo diplomático y fue cómplice de su captura y secuestro ilegal por parte del Comando Sur, que destruyó totalmente la soberanía de Panamá.
Noriega fue sometido a un juicio lleno de irregularidades en EUA, donde ni siquiera tenían un expediente abierto contra él. Su personalidad fue desfigurada por mixtificaciones interesadas en justificar la bárbara agresión a Panamá, para lo cual desataron contra el militar verdaderas campañas de odio de clase y racismo.
Para que implicaran a Noriega, los fiscales de Miami utilizaron a varios capos de los cárteles de la droga en Colombia con promesas de rebajarles las penas — que no cumplieron — y algunos, como Carlos Lehder, se retractaron.
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Noriega: Epílogo
Que sea la editora de sus Memorias (Random House) quien nos ilustre quién fue el ex Jefe de Gobierno de Panamá, Manuel A. Noriega:
“Mensajes importantes vienen a veces de mensajeros poco probables. Manuel Noriega es el único prisionero de guerra americano. Puede ser un demonio en los ojos de la mayor parte de los americanos, pero tiene un punto de vista único y alarmante de los secretos tras las relaciones de EUA con Panamá y de las verdaderas razones de la invasión de 1989 que lo removió del poder.
«En esta memoria, segura de ser la más notable y polémica del año, Noriega describe por primera vez sus tratos entre bastidores con George Bush, Oliver North, William Casey y la CIA, Jimmy Carter, Fidel Castro y Muamnar Gadafi.
«Y allí está Noriega mismo, un militar sorprendentemente hábil que se veía a sí mismo como un nacionalista, un mediador honesto entre sus aliados en la Inteligencia de EUA y sus vecinos dirigentes latinoamericanos. Tal como lo dice Noriega, sus problemas empezaron cuando comenzó a resistir los esfuerzos de la administración de Reagan para combatir el comunismo en Centroamérica.
“Prisionero de América” es uno de los relatos más inusuales e importantes que se hayan escrito sobre la agresión y duplicidad de EUA. Es la historia de cómo hemos encarcelado a un hombre – y a una nación.”
Lo dicho: Noriega era un hombre nacionalista y socialista desde sus días de Institutor. “sorprendentemente hábil”; el primer dirigente de un país en ser arrestado y secuestrado por EUA, estando en funciones; un hombre que medió entre Washington y Latinoamérica para salvaguardar nuestros intereses nacionales. Noriega, como antes Torrijos, defendió el derecho de Panamá a negociar nuevas obras del Canal con Japón y, por querer ser independiente como Omar Torrijos, lo eliminaron.
Noriega defendió el derecho de los pueblos centroamericanos a buscar su propio camino y a vivir en paz, así como el derecho de los cubanos a vivir sin bloqueos.
Los norteamericanos pudieron capturarlo en innumerables ocasiones sin disparar un tiro y no lo hicieron, porque querían castigarnos y borrarnos del mapa por nuestra insolencia de querer ser libres. Para evitarlo, eliminaron a las FDP y nos redujeron a un protectorado.
Noriega era la garantía de que el Tratado del Canal se cumpliría correctamente y no se violaría como ocurrió con la invasión apenas doce años después de suscritos. Nada debía sorprendernos de la conducta de Washington, ya que mató a Torrijos a solo cuatro años después de haberlos firmado en 1977.
Dedicatorias de Noriega
Cuando ya Washington había retirado sus Memorias de todos los anaqueles de EUA, Noriega escarbó un único ejemplar que encontró y nos lo dedicó: “Al profesor Yao, ¡un testigo de la verdadera historia y sus autores y acción!”
En mi libro, El Monopolio del Canal y la Invasión a Panamá, estampó estas palabras:
“El profesor Julio Yao, investigador y protagonista ideológico y doctrinario de la lucha por la liberación istmeña, se constituye en el vademécum de sucesos no popularizados que realmente fueron la columna vertebral de esta historia, narración que se dispersa y elimina de las aulas de las actuales generaciones.
“Hoy, por la naturaleza de la obra, el profesor Yao solo enunció su real y directa participación en la bizarra postura del canciller Juan Antonio Tack como asesor directo de Omar Torrijos en esta fase preliminar de la plataforma o Declaración Conjunta Tack-Kissinger, posterior a la Reunión del Consejo de Seguridad de la ONU en Panamá.
“Lectores: ¡sumérjanse y honren esta obra histórica del profesor Yao!” — Manuel A. Noriega.
Antes de fallecer, Noriega pidió perdón en público por cualquier mal que hubiesen cometido las FDP. Cargó con la culpa de otros; los perdonó y se llevó a la tumba muchos secretos. Cumplió con estoicismo duras penas de cárcel y fue fiel al pensamiento de Lao Tsé: “Los que saben, no hablan. Los que hablan, no saben.”
*Julio Yao, Analista Internacional; ex Asesor del canciller Juan Antonio Tack y Omar Torrijos; ex Agente de la República de Panamá ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya; Presidente Honorario y Encargado del Centro de Estudios Estratégicos Asiáticos de Panamá (CEEAP).
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