Por Ricardo Soberón*

La migración de personas es un fenómeno mundial que caracteriza particularmente la situación social que vivimos en el hemisferio occidental, con distintos patrones y flujos, y fundado principalmente en consideraciones económicas, sociales o cuestiones de violencia, inseguridad y ahora, el cambio climático. A ello, debemos agregar la profunda contradicción entre un modelo económico que promueve el libre tránsito de bienes y mercancías, pero que es cada vez más restrictivo con el tránsito de personas [1].

El 3% de la población mundial, es decir 240 millones de personas, vive fuera de su país de nacimiento. En la historia reciente, tenemos el caso de la migración venezolana hacia el resto del vecindario sudamericano (aproximadamente, millones de personas), como antes tuvimos la migración centroamericana hacia EE. UU, además de los flujos domésticos que nos llevan al creciente abandono del campo a las ciudades.

Solamente en el 2023, según la OIM y el ACNUR, 520,000 personas cruzaron el Tapón de Darién, en camino al norte, hacia EE. UU. En ese país, esta situación ha convertido el tema en un asunto relativo a la seguridad doméstica por sus vinculaciones con el tráfico de drogas, el incremento de la inseguridad, pero también la competencia por empleos.

Más recientemente, se ha convertido en un asunto estrictamente electoral que enfrenta a Republicanos y Demócratas de cara a las elecciones de noviembre. Pero es un asunto que es utilizado por los movimientos conservadores en la propia América Latina; así lo han utilizado el expresidente Jair Bolsonaro cuando se retiró del Pacto Mundial para la Migración Segura y Ordenada al que luego se retornó en la administración de presidente Lula [2]. O el caso del presidente Javier Millei con sus políticas de ajuste que resultan siendo particularmente restrictivas para la migración en Argentina, y así, con otros movimientos conservadores de la región.

Volviendo a EE. UU, en las últimas semanas, el presidente Biden propuso un acuerdo bipartidista sobre asuntos migratorios que fue finalmente bloqueado en el Senado, y lo deja con pocas chances para establecer medidas equilibradas, y más bien lo lleva a repetir la fórmula de declarar una emergencia en fronteras (con lo cual podría prohibir el paso de nuevos migrantes), o la implementación de la normativa 212 f de la Ley de Inmigración y Nacionalidad que lleva a similares resultados restrictivos.

Por su parte, el expresidente Trump sataniza la migración como la gran causante de la inseguridad, los crímenes y el fentanilo, y brinda su apoyo a los gobernadores republicanos como Greg Abbot de Texas que se enfrentaron a la autoridad federal de la Patrullas Fronterizas, estableciendo un cordón fronterizo resguardado por elementos de la Guardia Nacional, para impedir el paso de miles de migrantes hacia su Estado. Esta medida fue finalmente revertida por una decisión de la Corte Suprema que autorizó el desmonte del muro mientras se decide el caso.

Recordemos que ya el 2021 el gobernador republicano había planteado una respuesta militarizada de la migración, mediante la implementación de la Operación “Lone Star” contra los migrantes, y más recientemente, ha decidido inaugurar una base militar de la Guardia Nacional en la zona de Eagle Pass, que suele ser usada por los cordones de migrantes.

En el plano diplomático, la relación bilateral entre México y EE. UU está marcada por los asuntos fronterizos, desde las armas, el fentanilo, la cocaína y por supuesto, la migración hacia EE. UU.

En enero de este año, las autoridades de ambos países arribaron a un conjunto de diez acuerdos entre los que se incluye, reunión trilateral con Guatemala, homologación de cifras de migrantes, establecimiento de controles más al sur que ciudad de México, visita conjunta al Darién.

Es evidente que existen relaciones entre el fenómeno migratorio, y el crecimiento de formas organizadas de criminalidad y trata de personas asociada al flujo demográfico. Pero esto no puede dar lugar a respuestas equivocadas, como sucede en diversos espacios geográficos.

Así pues, observamos que, en los tres principales escenarios de integración regionales, desde la Unión Europea, el Sistema de América del Norte y el propio CAN/MERCOSUR, la cuestión migratoria ha pasado por diversos estadios cada vez más restrictivos en cuanto al facilitamiento de los flujos, la aceptación de los migrantes y su incorporación doméstica por parte de las autoridades migratorias locales, sin distinción.

Mas bien, evidenciamos una creciente y peligrosa “securitización” del fenómeno, particularmente asociada al problema del evidente aumento de la delincuencia y la criminalidad en nuestras ciudades. Esta situación de generalización y alarma mediática, constatan una errónea y peligrosa tendencia en el hemisferio,

* Ricardo Soberón es un abogado peruano, consultor en materia de Drogas, Seguridad y Criminalidad Organizada.


[1] MARCU Silvia, “Una Nueva Geopolítica de las Migraciones”, Temas para el Debate, Enero 2010, Número 182, España.

Por Editor

Deja una respuesta