(English below)

Por Amy Goodman y Denis Moynihan

El 11 de septiembre de 2001 el terrorismo golpeó a Estados Unidos. Unas 3.000 personas murieron aquel día, y muchas más fallecieron después, debido a la contaminación ambiental generada en la Zona Cero de Nueva York tras los ataques y a las dos largas guerras que se desarrollaron posteriormente en Afganistán e Irak. En ese entonces, Democracy Now! se transmitía desde el ático de una antigua estación de bomberos situada en el barrio chino de Manhattan, a pocas cuadras de las Torres Gemelas. En el programa de aquella mañana, justo cuando los aviones se estrellaban contra las dos torres, estábamos hablando de los vínculos entre el terrorismo y el 11 de septiembre… de 1973. Esa fecha emblemática marca el día en que el Gobierno de Chile elegido democráticamente fue derrocado de manera violenta en un golpe de Estado que contó con el respaldo de Estados Unidos.

El presidente Salvador Allende murió ese día en el Palacio de La Moneda, la sede del Gobierno chileno, mientras el general Augusto Pinochet tomaba el poder por la fuerza. Allende fue elegido por la ciudadanía en 1970. Se había comprometido a nacionalizar sectores críticos de la economía chilena, como la minería del cobre, que durante mucho tiempo había estado en manos de empresas multinacionales extranjeras, mientras la mayoría de los chilenos vivían en condiciones de pobreza. La brutal dictadura de Pinochet duró 17 años. Muchos partidarios de Allende fueron detenidos, torturados y encarcelados. Al menos 3.000 personas murieron o fueron desaparecidas, y decenas de miles fueron sometidas a torturas. El Gobierno de Estados Unidos apoyó plenamente el golpe de Estado y la sangrienta dictadura que le siguió.

El 27 de junio de 1970, varios meses antes de las elecciones presidenciales chilenas, el asesor de Seguridad Nacional del entonces presidente Richard Nixon, Henry Kissinger, les dijo a algunos de sus asesores: “No veo por qué tenemos que quedarnos de brazos cruzados y contemplar tranquilamente cómo un país se vuelve comunista por la irresponsabilidad de su propio pueblo”. Kissinger anticipó, con acierto, que la ciudadanía chilena elegiría a Allende, un socialista democrático. Tras la victoria de Allende, Kissinger y el presidente Nixon financiaron y fomentaron la discordia, la desestabilización y el caos en Chile. Gran parte de la información disponible públicamente sobre el papel que Estados Unidos desempeñó en el golpe de Estado proviene de documentos desclasificados, pertenecientes a la CIA y a otras agencias gubernamentales, que fueron obtenidos por el Archivo de Seguridad Nacional, una organización con sede en Washington D.C.

Peter Kornbluh, director del Proyecto de Documentación sobre Chile del Archivo de Seguridad Nacional, dijo a Democracy Now!: “Literalmente, 24 horas después del golpe, Kissinger estaba sosteniendo conversaciones […] acerca de cómo ayudar al régimen de Pinochet a consolidarse. Esto ocurría al tiempo que la gente era asesinada y sus cuerpos eran arrojados a la calle o amontonados en uno de los estadios [de fútbol que se usaron como] campos de concentración; y al tiempo que [decenas de] cadáveres flotaban en el río Mapocho, aquí en Santiago. Kissinger convocó a este comité, y tenemos los memorandos desclasificados de lo que se habló en esa reunión. Los funcionarios allí presentes hacían bromas sobre el golpe”.

Para los chilenos, sin embargo, el golpe de Estado no fue ninguna broma. Ariel Dorfman, que tenía 31 años en aquel momento, se desempeñaba como asesor cultural del presidente Allende. Fue una de las últimas personas en ver con vida a Allende.

En conversación con Democracy Now!, Dorfman recordó lo sucedido ese día: “Se suponía que yo tenía que estar en La Moneda esa mañana y madrugada [del 11 de septiembre]. […] Yo debería haber dormido en La Moneda el día 10 de septiembre a la noche, porque nos tocaban turnos a aquellos que éramos asesores, ya que debía haber alguien para recibir información en el supuesto caso de que se produjera un golpe. Pero yo había cambiado de turno con un gran amigo mío, que, de hecho, fue capturado en La Moneda el día 11. Él fue torturado y luego ejecutado. Así que, en cierto sentido, sobreviví gracias a él, o al menos así lo he sentido todos estos años”.

Cuando se le preguntó acerca del patrocinio que Estados Unidos brindó al sangriento golpe de Estado, Dorfman fue tajante: “Kissinger es un criminal de guerra. Todos lo sabemos. […] ¿Cómo se lleva a cabo una contrainsurgencia contra un pueblo que está armado con el voto, armado con su conciencia, armado con su anhelo de liberación, con su amor mutuo y solidario? [Kissinger] comprendió que tenía que destruir a Allende, porque si el ejemplo de Allende se hubiera extendido por toda América Latina, los intereses de Estados Unidos se habrían visto terriblemente comprometidos”.

Los asesinatos en masa orquestados por Pinochet se propagaron más allá de las fronteras chilenas y alcanzaron incluso el epicentro del poder estadounidense. El 21 de septiembre de 1976, el ex-ministro y ex-embajador del gobierno de Allende Orlando Letelier fue asesinado en un atentado con bomba en Washington D.C. El ataque también le quitó la vida a la ayudante personal de Letelier, Ronni Moffit, de 25 años.

A pesar de casi dos décadas de dictadura, Chile sobrevivió a la era Pinochet y se comprometió con la democracia. Aunque sigue siendo un país dividido, el pueblo chileno ha elegido a candidatos progresistas para la presidencia, como la expresidenta Michelle Bachelet. Ella y su madre fueron sometidas a torturas durante el régimen de Pinochet, mientras que su padre, un oficial de la Fuerza Aérea chilena, fue torturado hasta la muerte. El actual presidente de Chile es Gabriel Boric, de 37 años. Boric fue uno de los líderes de las protestas estudiantiles que se llevaron a cabo en ese país hace más de una década. En la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2021, Boric logró un sorprendente triunfo sobre su oponente de derecha. En su viaje a Estados Unidos para participar en la Asamblea General de las Naciones Unidas que se celebrará este mes, el presidente Boric planea realizar también un viaje adicional a Washington, D.C., con el fin de visitar el lugar donde fue asesinado Orlando Letelier.

Los actos de terrorismo son un crimen, tanto si ocurrieron el 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos o si se perpetraron en Chile el 11 de septiembre de 1973 y en los años posteriores. Henry Kissinger, que actualmente tiene 100 años, no debería ser aclamado como un veterano estadista, sino que debería ser llevado a juicio por crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad.


Chile, 1973: The Other September 11th

By Amy Goodman & Denis Moynihan

On September 11th, 2001, terror struck the United States. Three thousand people were killed that day, and many more died afterwards, from the pollution at Ground Zero in New York and in the two long wars that followed in Afghanistan and Iraq. At the time, the Democracy Now! news hour broadcast from the garret of an old firehouse in Manhattan’s Chinatown, just blocks from the World Trade Center. On the program that morning, just as the planes struck the two towers, we were discussing the link between terrorism and September 11th – 1973. That was the day that the democratically elected government of Chile was violently overthrown in a U.S.-backed coup d’état.

President Salvador Allende died in La Moneda, the presidential palace, that day, as General Augusto Pinochet rose to power. Allende was elected in 1970, pledging to nationalize critical sectors of the Chilean economy, like copper mining, long controlled by foreign multinational corporations while most Chileans were impoverished. Pinochet’s brutal dictatorship lasted 17 years. Many of Allende’s supporters were arrested, tortured and imprisoned. At least 3,000 were killed or disappeared, and tens of thousands were tortured. The United States government fully supported the coup and the brutal dictatorship that followed.

President Nixon’s National Security Advisor Henry Kissinger said to aides in a meeting on June 27, 1970, several months before the Chilean election, “I don’t see why we need to stand by and watch a country go communist due to the irresponsibility of its own people.” Kissinger predicted, correctly, that Chileans would elect Allende, a democratic socialist. After Allende won, Kissinger and President Richard Nixon funded and fomented discord, destabilization and chaos in Chile. Much of what is publicly known about the U.S. role in the coup comes from declassified documents pried out of the CIA and other agencies by the National Security Archives, based in Washington, DC.

“Literally within 24 hours of the coup, [Kissinger] was in discussion…on how to help the Pinochet regime consolidate,” Peter Kornbluh, head of the Archive’s Chile Documentation Project, said on Democracy Now! “Even as people were being killed and their bodies dumped in the street and rounded up and put into a concentration camp at the stadium and bodies floating in the Mapocho River here in Santiago. Kissinger convened this committee, and we have the declassified memoranda of conversation. The officials there just started joking about the coup.”

For Chileans, the coup was no joke. Ariel Dorfman, 31 years old at the time, was a cultural advisor to President Allende. He was one of the last to see Allende alive.

“I was supposed to be at La Moneda that morning and dawn,” Dorfman recounted on Democracy Now! “I was supposed to have slept the night there, because…you had turns where you’re supposed to receive the news whether there was a coup happening. I switched places with one of my dear friends, who in fact was captured at La Moneda on the 11th. He was tortured and then executed. So, I’m, in a sense, a survivor because of him, or at least so I felt all these years.”

When asked about the U.S. sponsorship of the deadly coup, Dorfman was emphatic: “Kissinger is a war criminal. We all know that.” Dorfman said. “How do you do a counterinsurgency against a people who are armed with the vote, who are armed with their consciousness, who are armed with their desire for liberation and love for one another in solidarity? And so, he understood that he had to destroy Allende, because if Allende’s example would have spread through Latin America, then U.S. interests would have been terribly compromised.”

Pinochet’s mass murder reached beyond Chile’s borders, to the heart of U.S. power. On September 21, 1976, one of Allende’s former ministers, Orlando Letelier, was assassinated in a car bombing in Washington, DC. His assistant, 25-year-old Ronni Moffit, was killed as well.

Despite almost two decades of dictatorship, Chile survived the Pinochet era committed to democracy. While still divided, the Chilean people have sent progressive candidates to office, from former president Michelle Bachelet. She and her mother were tortured under Pinochet; her father, an air force officer, was tortured to death. Chile’s current president is 37-year-old Gabriel Boric. He was a leader of Chile’s student protests over a decade ago, and won a surprise victory over a rightwing opponent last year. President Boric is planning a side trip to Washington, DC, while attending the United Nations General Assembly this month, to visit the scene of Orlando Letelier’s assassination.

Terrorism is a crime, whether committed on September 11th, 2001, or in Chile on September 11th, 1973 and beyond. Henry Kissinger, now 100 years old, should not be hailed as an elder statesman, but should face prosecution for war crimes and crimes against humanity.

https://www.democracynow.org/

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