Por Olga Benário de Sousa Pinheiro*

Es muy común en Nuestramérica, cuando se ubica un brasileño, escuchar alguna broma con respecto a “Brasil, el más grande del mundo”. Para no romper con esa expresión cultural, que por cierto habla mucho de nuestra humildad, voy empezar hablando de algo más grande del mundo que ocurrió en este país en estos últimos tiempos: el absurdo. Sí. De todas partes, quien tiene un mínimo de lucidez y sensibilidad humana, nos miran con espanto y preguntan: ¿pero qué diablos se pasó en Brasil? ¿Cómo pudieron elegir para el cargo más alto del país un neofascista como Bolsonaro?

Bueno, el absurdo fue tan grande que me hizo recordar el filósofo Albert Camus que mucho abordó sobre el tema. Él nos dio una pista cuando escribió que el absurdo no libera, pero más bien nos ata. ¿Luego, en qué consisten las cadenas de acontecimientos que ataron a Brasil a la coyuntura en que se encuentra hoy?

Hay quien vuelva a 2016 para empezar, pero para hacer valer el apodo que dan a los rojos de sermos radicales, elegí volver cerca de 55 años atrás.

“Resurge la democracia! ¡Vive la nación días gloriosos!” Así estampaba la tapa del periódico O Globo, el 1° de abril de 1964, el día del golpe militar. Cincuenta años después los dueños de esa cadena de medios de comunicación piden perdón por el descaro, para enseguida ser cómplices de otro golpe con nuevas máscaras en 2016. ¿Cuantas décadas más serán necesarias para disculparse otra vez?

En Brasil no hubo justicia de transición donde los dictadores y sus agentes torturadores y asesinos fueran juzgados, mucho menos sus agentes intelectuales y financieros. Hubo una amnistía amplia, general e irrestricta, eso junto a la negligencia de los gobiernos subsecuentes en construir mecanismos que alentaran la memoria histórica, generó una de las semillas para el golpe en el siglo XXI. Para que se percaten de la gravedad de la fortaleza del olvido, una Comisión de la Verdad sólo fue instituida por el Estado, en 2011, con la presidenta Dilma Rousseff y pese que no había ninguna referencia de dirigir las investigaciones a un plano de justicia, hubo muchas resistencias.

A los 19 años Dilma hizo parte de una organización armada que resistió contra el régimen de excepción, fue detenida y bárbaramente torturada bajo el comando de Carlos Alberto Brilhante Ustra, el mismo militar que fue homenajeado en la sesión de su impeachment por el diputado, hoy presidente.

Los militares que apoyan a Bolsonaro hacen parte del segmento más reaccionario y entreguista de la corporación. Para entenderlo, señalo la pista del investigador y coronel-aviador de la reserva, Sued Lima: “No es temerario afirmar que el pensamiento político del militar brasileño, con puntuales excepciones, está estacionado en la década de 1960”.

Las referidas excepciones, juntamente con los movimientos sociales, contribuyeron en la presión para que la Base de Alcántara no fuera entregada a los EEUU, en el año 2001, por el gobierno de FHC. A la época, su utilización en los términos exigidos por EEUU fue considerada una “afrenta a la soberanía nacional”. EEUU exigía uso exclusivo, sin autorización de acceso a ningún brasileño en áreas de lanzamiento, además de inspecciones americanas a nuestra base militar sin aviso previo.

La Base de Alcántara es considerada una de las mejores localizaciones del mundo para lanzamiento de artefactos aeroespaciales, como sondas, satélites, cohetes, y misiles.

Un hecho poco recordado sobre esta base fue el accidente de 2003, durante el gobierno de Lula. El cohete llamado VLS (Vehículo Lanzador de Satélite) explotó faltando tan solo 3 días para ser lanzado, matando 21 de los técnicos, científicos y ingenieros más calificados del programa espacial brasileño, que hacían su revisión. Según el informe final de la investigación hecha por la aeronáutica la pieza que conecta uno de los 4 motores fue accionada, por causa indeterminada. Oficialmente se negó que hubo sabotaje. Aunque militares involucrados en la investigación hayan quedado sorprendidos con la cantidad poco común de americanos, en la semana de la catástrofe, registrados en los hoteles de la ciudad. El científico brasileño Édison Bittencourt cuestionó la ignición espontánea y habló de la probabilidad de una ola electromagnética que pudo haber sido disparada desde un dispositivo o mismo del espacio, de un satélite.

En esta actual coyuntura donde el Ministro de Defensa, general Azevedo e Silva afirmó que la renegociación con EEUU para alquilar este centro de lanzamiento ya se encuentra en su fase final, es prohibido olvidar los telegramas que el Departamento de Estado estadounidense envió a su embajada en Brasilia, divulgados por WikiLeaks en 2011 donde presiona a Ucrania, aliado de Brasil,  para no transferir tecnología del sector a este país y dice literalmente “no apoyamos el programa nativo de los vehículos de lanzamiento espacial de Brasil” y que Ucrania no envalentonara ese programa.

La presencia de EEUU en Alcántara se vuelve aún más preocupante teniendo en cuenta que este país posee 76 bases militares en América Latina, la mayoría concentrada en América Central y Caribe. En América del Sur tiene 9 instalaciones en Colombia y 8 en Perú, además de haber sido reactivada la base de Manta, en Ecuador. Especial inquietud también nos causa, la base en Paraguay concedida luego del golpe a Fernando Lugo, con acceso privilegiado al acuífero guaraní, y la previsión de las bases en Neuquén, Misiones y Tierra del Fuego, en Argentina. Aquí en Chile, se denunció una instalación militar de EEUU en el Fuerte Aguayo, en Concón.

Bueno, hablemos ahora de otro territorio manipulado en el contexto de la guerra híbrida, como posible preparación para una guerra convencional, hablemos de Amazonia, aquella que el actual presidente dijo que: “no es nuestra” y defendió la explotación de la región “en alianza con países democráticos como los EEUU”. La biodiversidad de esta inmensa selva tropical, sus riquezas minerales, y por contener la mayor reserva de agua dulce del mundo, atrae la codicia de los estrategas de la geopolítica mundial.

En la guerra híbrida operacionalizada por EEUU, más que gobiernos serviles, subyugan por medio del gobierno de las palabras, con este último, en el año 2017, pasaron por encima incluso de la Estrategia Nacional de Defensa (END – elaborada en 2008, en el gobierno Lula). Con el pretexto de hacer simulación para la creación de una base multinacional de carácter humanitario, participaron de ejercicios militares en la Amazonía con el ejército brasileño. Eso fue inédito, ¡fuerzas armadas de una potencia en la región más priorizada por la END!

Curioso recordar ese entrenamiento de misión humanitaria añadiendo que en el año siguiente el vice de Bolsonaro, general Mourão, defendió que la próxima Misión de Paz de Brasil fuera en Venezuela.

La potencia halagada por el actual gobierno tiene también la Amazonia Azul en su blanco, las reservas de pré-sal que con Michel Temer tuvo su ley de explotación alterada, ya va en su 5° subasta, y es así que 75% de nuestro pré-sal ya se encuentran en las manos de multinacionales. ¿Quién diría que la presidenta Dilma y la Petrobrás estarían amenazando la seguridad nacional de EEUU? ¿Qué hacían en la ruta de espionaje de la CIA, denunciada por Snowden en 2013, bajo el pretexto de la lucha contra el terrorismo?

Y hablando de pretextos, fue con el pseudo combate a la corrupción, que la guerra híbrida triunfó en Brasil, por medio de la operación Lava-Jato bajo el comando del juez Sergio Moro, con un largo currículum en cooperaciones con organismos estadounidenses, y que, es ministro de justicia del actual gobierno.

La Lava-Jato legitimó la teoría de que PT es sinónimo de pandilla. Esa narrativa construida integralmente alrededor del PT fue espectacularizada en los grandes medios y por todo un bloque de poder bien articulado. Discursos de odio fueron tan repetidos que abrieron espacio para la aceptación de la figura que más incorpora ese sentimiento de intolerancia.

Internacionalmente, repercutió mucho la defensa que hizo Bolsonaro de crímenes de lesa humanidad, como la tortura. Pero para entender los reales intereses en juego, hace falta repercutir los criminales de lesa patria que le respaldaron, y para los cuales la lava-jato se puso al servicio, para que hoy día esté como ministro de la economía el ‘chicago boy’ Paulo Guedes y la agenda neoliberal se consolidara sin ningún obstáculo.

La operación lava-jato no criminalizó sencillamente personas de las empresas estatales, criminalizó las propias empresas y proyectos para el desarrollo nacional. Bajo la misma excusa de corrupción, llevó al colapso la Petrobras, paralizó la Usina Nuclear de Angra dos Reis y el programa de desarrollo del submarino nuclear lanzado en el gobierno de Lula. En términos de geopolítica, Brasil fue condenado por la osadía de ser un sudamericano entre los principales países que dominan la tecnología de la energía nuclear. Su parque industrial nuclear es considerado referencia internacional, y es autosuficiente en minas de uranio.

Para la victoria del ‘coiso’, (más conocido acá como: el innombrable), mucho se pasó, mucha fake news, manipulación y bombardeo mediático, mucha impunidad, fraudes, violencias físicas y simbólicas. Pero, el peor absurdo de todos los absurdos para la ascensión de ese fascista contó con la complicidad de nuestra izquierda, por en todo ese tiempo no haber dedicado esfuerzos suficientes en la formación política que sería el escudo para defendernos bravamente de los regímenes de excepción que se repiten. Pues, el absurdo más grande del mundo es el olvido.

 

( * ) Olga Pinheiro es enfermera y cientista social, hace parte de la Liga Latinoamericana de Irredientos.

*Esta fue una ponencia presentada en el foro sobre “Guerra Híbrida y Bases Militares: Por la Manipulación o la Fuerza”, que se realizó en la Librería Le Monde Diplomatique, el 31/01/2019.

Fotos: Pablo Ruiz

Por Editor

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